Los acontecimientos se suceden unos a otros, a velocidades de Twiter o de Facebook, los temas se acumulan, hay respuesta para todo y para nada. Y, uno se pregunta ¿cuándo hay tiempo para pensar, o reflexionar?
¿Será que es verdad eso que afirman, en el sentido de que los mayores pensamos mucho y hacemos poco, y que las nuevas generaciones hacen mucho y piensan poco? ¿Es esa la brecha generacional de la que tanto se habla?
Pero no, en mi condición de profesor siento que sigo en mi permanente diálogo con los jóvenes, continuo entendiéndolos y, creo, ellos me entienden. Los educadores permanecen, los estudiantes son como los ríos: fluyen, son diferentes, pero siempre tienen la pregunta adecuada y nosotros aprendemos. Ese es nuestro privilegio y nuestra responsabilidad.
Cada pregunta es un reto. Les podemos contar la historia porque creemos que en gran parte determina el futuro. No damos consejos, no deberíamos predecir, no somos videntes, pero sí poseemos el acumulado. Y ese acumulado es valioso.
Por ejemplo, la historia agraria del país es un continuo de equivocaciones: la concentración de la tierra en manos de unos pocos, ganadería, en su mayor parte extensiva, en la cual, al decir de Carlos Lleras, “el único que trabaja es el toro”, ubicada en las tierras más productivas para la agricultura; violencia armada, económica y desplazamiento, pobreza y miseria en el campo, una juventud sin ilusiones. Como si no supiéramos que en el campo está el futuro de la soberanía alimentaria, de la integración nacional e, incluso, de la seguridad.
En la salud y educación, en las últimas décadas se aumentó la cobertura, pero también la brecha entre los ciudadanos de primera y los demás. Gozamos de todos los beneficios, mientras la muerte nos encuentre en ‘perfecta salud’.
Y en educación, ya ni siquiera se necesita doblar el cupo de estudiantes en un mismo salón, está la educación virtual, herramienta maravillosa que, mal entendida y mal aplicada, se convierte en el mayor engaño a los estudiantes, cuando podría ser tan importante.
Libre para los desarrollados, aperturas de una sola vía. El conflicto no es con la libre circulación de los productos agropecuarios e industriales, la oposición es que no se puede seguir replicando una pelea ‘de tigre con burro amarrado’. Ellos, con políticas públicas en investigación, desarrollo, subsidios, financiamiento, economías a escala y controles en sus mercados a la competencia desleal. Nosotros, ‘dando palos de ciego’, no tenemos política pública, lo que hay es simplemente una ‘colcha de retazos’.
Aunque todo parezca nuevo, son los mismos acumulados que no queremos ver. A los mayores deben decirnos: piensen menos y propongan más, a los jóvenes: cambiar las cosas implica pensar en un país de futuro, tener sueños. Contribuyan al cambio, no a la destrucción. Las pausas son necesarias… hasta para tomar impulso.
Germán Umaña Mendoza
Decano de Economía de la Universidad Central
germanumana201@hotmail.com