Ojalá hayamos entendido en su real significado el mensaje que nos dejaron los resultados electorales, donde es evidente que Colombia se encuentra dividido en dos países; el de los excluidos que sienten que lo perdieron todo o que nunca lo han tenido y, de otra parte, aquellos que aún creen que manteniendo las condiciones de desigualdad hay futuro.
Es la primera conversación entre Biden y Petro, los tres pilares que se mencionan como esenciales para fortalecer la cooperación bilateral son: “el cambio climático, la seguridad sanitaria y la implementación del acuerdo de paz sellado a finales de 2016. El presidente Biden también ha agradecido la oportunidad de discutir la seguridad bilateral y la cooperación contra las drogas”.
Y, es verdad, la brecha en los indicadores sociales y el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales es evidente entre las regiones donde existe más violencia, menos Estado, mayor concentración del ingreso, de los niveles de pobreza absoluta, informalidad, desempleo y de la tierra improductiva en manos de unos pocos.
La constitución y la ley nos dan las herramientas legales como política de Estado para avanzar sin dilaciones en el fortalecimiento en el camino hacia la paz.
Profundizar el proceso de restitución de tierras que fueron expropiadas por la violencia y las alianzas entre la parapolítica y el narcotráfico. Para ello, inversión social y protección de la vida de las comunidades y sus liderazgos, con recursos mensurables en los planes de desarrollo de las regiones.
Promoción de la soberanía agroalimentaria, el desarrollo sostenible, protección de los páramos, las fuentes hídricas y el medio ambiente, con el apoyo de la cooperación internacional y la institucionalidad universal de defensa de los derechos humanos son fundamentales.
Inversión en la infraestructura necesaria para crear un círculo virtuoso de integración entre la nación y la región y las fronteras con Venezuela, Ecuador y Brasil, como objetivos prioritarios de la promoción de la anhelada integración latinoamericana.
Los recursos existen pero la voluntad política hasta ahora se encuentra ausente. La reorientación de las regalías, los ingresos adicionales de corto plazo de los commodities (petróleo y carbón), la inversión del Estado (gobiernos nacionales y regionales), recursos internacionales, acción comprometida de las instituciones de control político y la Defensoría del Pueblo.
Todo está servido para profundizar en el proceso de paz y reconciliación. La única fórmula para combatir el narcotráfico y la violencia es el desarrollo y la inversión social, con la creación de un bloque de búsqueda para impedir la corrupción.
La paz es la prioridad, la reconciliación el resultado. Escuchar la terrible angustia de los excluidos en las regiones azotadas por la violencia (afros, indígenas, campesinado, víctimas de la violencia de género) es posible y condición necesaria para aclarar el camino hacia el desarrollo y la sostenibilidad. Encontrar nuevamente la brújula pérdida y la cordura. Esa sería la verdadera victoria temprana de los primeros cien días del nuevo gobierno.
GERMÁN UMAÑA MENDOZA
Profesor