Durante estos últimos meses he entendido qué es eso de tener “la casa por cárcel” y tener el tiempo para la reflexión, como consecuencia del encierro obligatorio producto de la pandemia del covid 19 y no, como otros, por haber sido condenado por un delito o haberme enriquecido de manera ilícita.
(Lea: ¿Qué nos pasa?)
Es sorprendente. Los nacidos en el primer quinquenio de los años 50 del siglo anterior han sido los protagonistas de la historia desde 1970. Con la excepción del expresidente César Gaviria, los restantes mandatarios pertenecen a esa generación. Es decir, ya todos se encuentran pensionados y en capacidad de convertirse en ancianos “venerables y respetados”, como yo.
(Lea: Vida, paz y dignidad)
Pero no, cuando se los escucha hablar de su pasado son un dechado de virtudes. Nadie tiene la culpa de habernos insertado en un modelo de globalización sin rostro humano y una apertura económica injusta y desequilibrada.
(Lea: Caminante: si hay camino)
Tampoco de haber contribuido a generar un proceso de desigualdad profundo, priorizando la economía extractivista sobre el desarrollo de largo plazo, sin haber tenido nunca como objetivo la generación de un “círculo virtuoso” que contribuyera a un mejor futuro.
Tampoco parecería que algo tuvieran que ver con la tragedia de no haber sido capaces de consolidar un proceso de paz o del crecimiento rampante de la corrupción y la desesperanza.
No, ellos nada tienen que ver con el desajuste social y no se sienten responsables de sus decisiones y de haber promovido una democracia imperfecta y violenta como ninguna en Latinoamérica. Hoy, vociferan y culpan a “tirios y troyanos” de sus malos gobiernos. No tienen el más mínimo “propósito de enmienda”.
Por fortuna, las nuevas generaciones son ahora los verdaderos actores del cambio. Ha crecido la “conciencia social”. Las demandas de los jóvenes son justas y serán ellos los verdaderos protagonistas. Son las mayorías y están en la obligación de ejercer su poder de cambiar las instituciones.
No es el camino el de la violencia o el sacrificio inútil. Tienen la posibilidad de construir una democracia real y se encuentran a menos de un año de poder lograrlo con la elección y transformación del legislativo y el ejecutivo.
Los procesos organizativos que se han fortalecido desde lo local y lo regional impedirán que se sigan tomando decisiones desde Bogotá, con gobiernos centralistas, caracterizados por un profundo alejamiento de esa Colombia profunda que han pretendido desconocer.
Las protestas pacíficas han permitido construir un “discurso” coherente sobre el país que sueñan: inclusión social, acceso real a la educación, a la dignidad del trabajo, al empleo digno, a la generación de riqueza a partir del fortalecimiento de la economía real, a la protección de los ecosistemas y, más que nada, al derecho a la vida. Ustedes, las nuevas generaciones, tienen la oportunidad de revivir la esperanza y generar un nuevo proyecto de nación. A veces es necesario detenerse para tomar impulso.
Germán Umaña M.
Profesor