Las primeras décadas del siglo XX fueron el reinado del bilateralismo. A la crisis del patrón oro le siguió la total falta de credibilidad en las monedas de uso corriente en el comercio internacional y de allí al proteccionismo hubo un solo paso. Se cerraron las economías del mundo e, incluso, se promovieron todo tipo de nacionalismos.
La historia es conocida, las bolsas nacionales produjeron burbujas que se reventaron una a una en los años treinta provocando dramáticas crisis de demanda y empleo en los países desarrollados. Dos guerras se dieron en el entretanto. Ni aun así se recuperó la cordura.
Después de la Segunda Guerra y antes de finalizar, desde 1942 se proponía diseñar un sistema multilateral que, en lo monetario, permitiera recobrar la confianza en las tasas de cambio y, por lo tanto, en las transacciones internacionales.
Estados Unidos, nuevo líder del mundo capitalista, no lo permitió. Impuso el patrón dólar, cuya convertibilidad y confiabilidad se basaba en la “honestidad” y “seriedad” de su banca central.
No hubo tal. Se emitieron dólares a diestra y siniestra, se inflaron los precios de las materias primas, los petrodólares se convirtieron en eurodólares, la oferta de capital monetario mundial prestable se aumentó y se flexibilizaron las condiciones de la deuda externa.
Se usaron los ‘dudosos’ dólares para aumentar la inversión directa de multinacionales norteamericanas en el mundo.
En los años setenta se vuelve al caos. Nixon elimina la convertibilidad. Los países endeudados entran en default. Se impone el Consenso de Washington, cuya propuesta de ‘desregulación’, es la génesis de futuras crisis.
Mientras tanto, EE. UU. continúa ‘emitiendo’ dólares. Reproduce hasta la saciedad los déficit gemelos de cuenta corriente y fiscal.
Hoy nuevamente se encuentra al borde de la crisis.
El nuevo ingrediente es político e ideológico. Casi una guerra civil entre partidos, con el té como ingrediente. Con los ingleses botaron un cargamento al mar y ahora la derecha norteamericana invita a ‘la fiesta del té’.
Cualquiera que sea el desenlace de las medidas que se tomen o no, la economía mundial se encuentra seriamente dañada en su credibilidad. Pero no se confundan, no es de ahora.
La estafa del patrón dólar persiste desde 1945. China es el país que mayor cantidad de dólares acumula. ¿Qué hará?
A propósito, en los años treinta los países desarrollados no pudieron honrar sus compromisos. Colombia también renegoció su deuda a la mitad de los intereses y aumentó el plazo. Desde 1935 aplicó, con López Pumarejo, una política económica de corte keynesiano.
¿Ocurrirá lo mismo en EE. UU.?
Mientras tanto, Europa en crisis, ¿se detendrá también el crecimiento en Asia? ¿Dónde están desarrollándose las propuestas de un nuevo multilateralismo que permita recuperar la confianza? No es mi deseo meter el dedo en la llaga, sin embargo, ¿cuáles son las bondades de un TLC bilateral, con un socio tan poco confiable?