Durante diciembre se han producido hechos que indican que el próximo año habrá una recomposición en la forma cómo se abordarán los aspectos que tienen que ver con el desarrollo de la economía y la política nacional.
De una parte, la democracia representativa parece que permitiría al Presidente consolidar las mayorías necesarias, las cuales ya se manifestaron para lograr la aprobación de la reforma tributaria y la ley para aplicar la segunda instancia a condenados, la cual cobijaría a centenares de actores de la clase política.
Al parecer, la alianza natural sería entre el Centro Democrático, el Conservatismo y otras representaciones minoritarias como los cristianos, los cuales se fortalecerían con la bancada de Cambio Radical y, posiblemente, de La U y el Partido Liberal.
En el otro extremo se encontrarán los partidos de oposición que serán sistemáticamente arrasados en las votaciones de las leyes que se propongan, como los Verdes, Colombia Humana y el Polo Democrático, cuya participación se limitaría a ejercer la sana función del control político, pero sin injerencia real sobre las grandes decisiones que se tomen en el Legislativo.
Sin embargo, no hay que engañarse, la democracia participativa se hará sentir en las calles con su clamor sobre el urgente fortalecimiento de la paz, la defensa del desarrollo y la sostenibilidad, la necesaria respuesta a las víctimas de la violencia, el fin de los asesinatos a líderes sociales, de la corrupción y la represión.
Adicionalmente, el rechazo a una política económica que pretendería profundizar la concentración de los ingresos y la centralización del capital, la flexibilización laboral, aumento de las exenciones y los subsidios a los más ricos, a las propuestas de deterioro en los regímenes pensionales, al desencanto de los artistas con las políticas sobre el desarrollo cultural, pero, más que nada, la ensordecedora y constante participación de la juventud que se siente ‘ninguneada’ y que no cesará hasta hacer real un cambio objetivo en el modelo de desarrollo, que incluya respuestas a sus justas demandas de inclusión social.
Son jóvenes, son cultos, les han robado la esperanza y no parecerían dispuestos a claudicar. Hasta ahora son movimientos urbanos: policlasistas, multiculturales y multiétnicos. El campo aún no se manifiesta aunque sus carencias son aún mayores. Sin embargo, de lo que sí estamos ciertos, es que el movimiento social no termina con las novenas de Navidad. ni las fiestas de fin e inicio de año. Revivirá con fuerza en 2020.
Difiero de aquellos que afirman que los manifestantes no saben ni siquiera la razón de sus protestas. No es verdad. Ellos plantean una agenda y propuestas de solución. El Gobierno, la clase política y el Consejo Gremial tienen otra. Es el conflicto que se vive en el mundo: las sociedades no comparten una mayor profundización de un capitalismo sin rostro humano.
La solución no es fortalecer el clientelismo partidista que a pocos representa y desconocer un movimiento social que se manifiesta con fuerza y claridad. El mundo, no solamente nuestro país, se encuentran en la búsqueda de un nuevo amanecer: más justo, más inclusivo y menos violento. El resultado de los “diálogos de sordos” es únicamente el silencio y el desencanto.
Germán Umaña Mendoza
Profesor
germanumana201@hotmail.com