Dicen que la cabeza es la loca de la casa y son tantas las preguntas que nos surgen con respecto al inmediato futuro y la necesidad de la reconstrucción y ordenamiento de las políticas de estado que únicamente con un ordenamiento de nuestras prioridades en las políticas de Estado y de gobierno podremos redefinir la hoja de ruta para responder a las carencias crecientes de nuestra sociedad.
Por ejemplo: ¿Qué pasa con la política internacional de Colombia? Nuestra diplomacia hace agua y esta signada por el bilateralismo y la dependencia de la política antidrogas, con un único, inestable e impredecible socio: el gobierno del señor Trump, el resto del mundo para nuestra Cancillería no existe y ni siquiera se convoca a instancias asesoras para la evaluación de los pobres resultados en esta materia e identificar los principales factores a analizar para redefinir el camino de reestructuración.
Por su parte, la política comercial y los acuerdos suscritos por el país deben ser estudiados y medidos en sus resultados. Por supuesto, no al interior del gobierno, sino buscando la participación de instituciones, investigadores y académicos independientes que propongan redireccionamientos que permitan adecuar el proceso de internacionalización a los cambios que ha tenido el mundo frente al creciente proteccionismo de las economías desarrolladas.
El creciente desempleo, la informalidad y el aumento en la brecha de la inequidad en la distribución del ingreso, deben ser enfrentados en el corto plazo con medidas de corte social y subsidios. Sin embargo, en el mediano y largo plazo habrá que aprender a pescar y será indispensable una política de desarrollo y sostenibilidad para abordar los temas del mercado interno, así como la integración con las regiones y los países vecinos.
Inclusive, es necesario preguntarse sobre ¿Cuál será la relación entre el ahorro interno y la inversión y si la estrategia de atracción de la inversión extranjera en recursos no renovables deberá seguir siendo la base de nuestra internacionalización? Parecería necesario revivir la Banca de Fomento y Desarrollo con estrategias definidas que elimine los excesos en la intermediación financiera y contribuya al fortalecimiento de unidades empresariales agrícolas, agroindustriales, manufactureros y de servicios que contribuyan a la integración de los mercados, a la incorporación de progreso técnico y a la innovación.
Es el sector financiero al servicio del desarrollo y no simplemente un prestamista concentrador, centralizador e inclusive expropiador de las iniciativas de inversión y consolidación de los sectores reales de la economía y no de los crecientes velos especulativos. En fin, promover un círculo virtuoso entre financiamiento, inversión y desarrollo, no al revés.
Son tantas cosas más que nos conducen a la necesaria reformulación de nuestro modelo de desarrollo y que puso en evidencia la pandemia del Covid 19 y no existiría otra opción que revolucionar el pensamiento, ordenar la cabeza y las propuestas de futuro.
Lo anterior es una labor de estadistas que abarquen el país en la cabeza, con la participación de liderazgos políticos y ciudadanos. Lástima que esos liderazgos o no existen o estén ocultos, no los vemos, ni sentimos. Lo triste es que la problemática descrita hay que resolverlas a más tardar mañana.
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario