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Gilberto Caicedo Gardeazábal

El hijo, el elefante y las elecciones

Gilberto Caicedo Gardeazábal
POR:
Gilberto Caicedo Gardeazábal

El primer responsable de la andanada de improperios que ha recibido Miguel Samper por atreverse a escribir sus puntos de vista en materia de aspersión con glifosato y narcotráfico, no es otro que su propio padre, Ernesto Samper Pizano.

Lamentablemente, la absurda ofensa a familiares caracteriza la protesta que realizan ciertas personas intolerantes y violentas cuando ven que los mecanismos democráticos no responden a las necesidades de justicia, equidad y probidad de sus autoridades, y esto lo conocía muy bien Ernesto Samper en el 1994, pero no le importó. Se hizo el de la vista gorda ante el elefante de la narcofinanciación que habitaba en su campaña, y, lo más grave, como presidente de la República se negó a renunciar, a pesar de las evidencias de ese patrocinio que el cartel de Cali hizo a su elección.

Son dos los afectados por su terquedad de no renunciar, sus propios familiares, quienes reciben insultos producto de esa presión, que termina siendo tan injusta y dañina como las conductas corruptas que esa protesta social presume combatir.

Pero la más afectada fue aquella institucionalidad contaminada por esa impunidad política que avivó el legado samperista, y cuyo lema “aquí estoy y aquí me quedo” viene siendo tan doloroso desde que se enquistó en las dignidades de la justicia. Tan grave es esto, que un magistrado –no cualquiera, el Presidente de la Corte Constitucional– desafía al país entero manteniéndose en su cargo, porque, como buen seguidor de esa doctrina, piensa que el individuo y sus necesidades están por encima de la institucionalidad y de la majestad de la posición que se ejerce.

Que sea uribista no sería coincidencia. El expresidente Uribe ha sido un notable adalid de esa doctrina de no renunciar cueste lo que cueste.

Frente a la majestad y respeto que un funcionario le debe a su cargo, cualquier justificación para aferrarse al mismo denota un talante arrogante y su desprecio al país y su familia, siendo esto más humillante para el pueblo, cuando el individuo continúa en el cargo sin autoridad moral para su tranquilo ejercicio. Si bien la renuncia del cuestionado Joseph Blatter a la presidencia de la Fifa podría servir de ejemplo para muchos, el daño que ha causado el legado político de Ernesto Samper al país es incalculable.

El caso de Miguel Samper, como el de otros hijos de cuestionados personajes, debería servirle de ejemplo a todos aquellos que usan el poder para su propio beneficio, para que, si aún desprecian al país, la dignidad de sus cargos o los sagrados dineros públicos, se abstengan de sus actos corruptos o de aferrase a sus puestos, por lo menos por amor a sus hijos y familiares, quienes injustamente terminan recibiendo el agua sucia.

Pero como también vivimos en un país falto de memoria, en las próximas elecciones de octubre, sí debemos estar atentos y verificar el talante moral de los hijos y familiares de los dirigentes, para saber si sus principios éticos se apartan o no de los cuestionados a su pariente. Sin este análisis seguiremos cayendo en las manos de muchas dinastías que, por generaciones, esquilman las arcas públicas, cobran vidas y deterioran la dignidad del pueblo colombiano.

Gilberto Caicedo G.
Analista y consultor corporativo
gcaicedogar@gmail.com
 

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