Tratar de olvidadizo a Piketty y peyorativamente alinear ideológicamente a Stiglitz y Krugman con corrientes neokeynesianas cuando exponen sus tesis sobre la desigualdad del sistema económico y la excesiva acumulación del capital en pocas manos ofende tanto a la sociedad del conocimiento y academia como al público en general.
Mientras el FMI muestra que la desigualdad ha restado el verdadero potencial de crecimiento que tiene la economía, la escuela que Miguel Gómez Martínez busca representar sigue esgrimiendo tozudamente el pobre argumento de que el crecimiento per se beneficia a la sociedad por el simple hecho de ser positivo, como él lo manifestó en su columna ‘Piketty, el olvidadizo’. Está demostrado en demasía que equiparar crecimiento del PIB con un desempeño económico que garantiza bienestar es un craso error.
Al igual que a esa pequeña pero poderosa minoría que ciegamente idolatra al mercado y al sistema financiero por encima de los verdaderos actores de la economía, pareciese que a Gómez no le genera el más mínimo asombro que 62 ciudadanos acumulen el capital de 3.600 millones de personas. Tampoco le preocupan los estragos que ha causado el periodo capitalista iniciado en los años 80, cuando casi la mitad del ingreso adicional se queda en solo el 10 por ciento de los más ricos del mundo. En Estados Unidos el ingreso medio de un trabajador está por debajo del nivel observado hace 40 años.
Claro que el actual sistema ha disminuido pobreza. Pero, cuando para las autoridades salir de ella es percibir 3,1 dólares diarios (307.000 pesos mensuales por familia) y, por otro lado, cuando el ingreso de miles de millones de pobres en el mundo ha aumentado menos de tres dólares anuales en 25 años, defender el fundamentalismo del libre mercado no pasa de ser un despropósito.
Para poner en contexto la iniquidad con la clase media, si una familia con ingresos de 5 millones de pesos mensuales pudiese ahorrar la mitad (situación imposible para la mayoría de los hogares colombianos) tardaría 85 mil años en acumular solo el 1 por ciento de lo que tiene el hombre más rico del mundo (78.000 millones de dólares). El crecimiento de la riqueza de los más ricos se ha venido acelerando en las últimas décadas producto de un sistema económico que favorece la acumulación del capital por encima del trabajo y su remuneración, y es permisivo a la hora de poner en cintura a los monopolios, que, a través de poderosas multinacionales, vienen acaparando el mercado en casi todos los sectores. Esto ha estropeado el emprendimiento de la pequeña y mediana empresa, que, en últimas, proveen la gran mayoría del empleo mundial.
De igual forma, es urgente corregir el actual sistema tributario regresivo por uno que le exija una mayor contribución fiscal a los grandes capitales. Warren Buffett ha manifestado que las grandes riquezas deberían pagar más por cuanto las exenciones y las prácticas elusivas que el sistema facilita les permiten evadir su responsabilidad social.
De no corregirse esta vergüenza del sistema económico, la bomba social seguirá creciendo al punto de que los pueblos, desesperados, terminarán subiendo al poder a personajes populistas tan funestos como Chávez o la pareja Kirchner, cuyos discursos socialistas siempre esconden una izquierda tan peligrosa como el comunismo en su máxima expresión.
Gilberto Caicedo Gardeazábal
Analista
La vergüenza del sistema económico
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