Un reciente estudio de la firma Mc Kensey, ‘Construyendo ciudades competitivas: la clave del crecimiento en América Latina’, compara a varias ciudades de la región, y Bogotá no queda bien parada.
En desempeño económico, es la segunda peor de Latinoamérica.
Su tasa de desempleo (9,5 por ciento) es la más alta en ciudades grandes.
La productividad es la segunda más baja. Ocupa el último puesto en creación de riqueza.
El Producto Interno Bruto es el sexto más alto de la región, pero pronto perderá competitividad, pues su crecimiento es lento comparado con el de otras ciudades.
La velocidad promedio es de 23 kilómetros por hora frente a otras, que tienen 41 kilómetros por hora. Y, finalmente, solo el 11 por ciento de la población bogotana tiene grado de educación superior. Estas cifras por sí solas son preocupantes, pero cobran mayor relevancia cuando se contrastan con lo que hace el alcalde Petro y su administración.
Bogotá es una ciudad que podría competir, pero necesita seriedad en el manejo de las políticas públicas. Cada año salen de las universidades bogotanas 17.000 jóvenes que estudian temas relacionados con ingeniería y tecnología, es hora de construir un parque tecnológico en la capital, en asociación con universidades, empresas privadas y la Alcaldía, que permita que la exportación de la metrópoli sea en servicios de alta calidad
También se debe aprovechar que el aeropuerto queda dentro de la ciudad y construir a su alrededor una zona de operaciones logísticas y aeroportuarias, que permita que Bogotá sea la puerta de entrada a Latinoamérica. En otras palabras, Bogotá necesita polos de desarrollo económico, ciudades dentro de la ciudad que tengan crecimiento económico propio, y, para esto, se requiere el liderazgo del Alcalde.
Sin embargo, no se ve una hoja de ruta para el manejo económico de la ciudad ni mucho menos de la competitividad.
A esto hay que sumarle la falta de seriedad con que están manejando las finanzas públicas. Hoy, se corre el grave riesgo de que el patrimonio económico se despilfarre y no se utilice en lo que los bogotanos necesitamos para cerrar la brecha de desigualdad, sino en regalar la plata indiscriminadamente para obtener votos sin tener claras las fuentes de ingresos.
Por ejemplo, ante la baja en la tarifa del transporte público, algunos concejales preguntaron, en una reunión en la Alcaldía, cuál era la sostenibilidad de esta política en el tiempo, a lo que les contestaron que para este año tenían cómo financiarlo. A la pregunta obvia: ¿y para los demás?, los funcionarios públicos dijeron: no pregunten necedades...
¡Sin comentarios!
Gina Parody
Excandidata a la Alcaldía de Bogotá