Howard Hughes fue un excéntrico multimillonario y algo de su vida se ve en la película El Aviador, porque volar fue una de sus pasiones. De Joven dijo: “quiero ser el hombre más rico del mundo”, y tuvo dinero en abundancia, mujeres y mucho poder, pero no fue feliz. Vivía aislado y obsesionado con las infecciones y con acumular riquezas y más riquezas materiales.
Trabajaba sin descanso, comía mal, su salud se deterioraba de día en día, y pasaba semanas enteras sin lavarse. Cuando murió, en 1976, su cuerpo estaba lleno de llagas, consumido por la sífilis y con costras de mugre en la piel.
Su vida es un espejo diáfano de lo que pasa cuando se camina en la inconsciencia. Entonces, acaso preguntes: ¿Y cómo se llega a un estado de consciencia? Ok. Un sabio griego dijo: “Conócete a ti mismo”. Lo logras si dedicas buen tiempo a meditar, examinas tu actuar sin fáciles excusas, y sigues un plan exigente de mejoramiento personal.
Desde hace años se habla de coaching. ¿Cuántas personas de verdad trabajan en si mismas con un entrenamiento exigente, con pasión y disciplina? Es la única manera de hacer alquimia interior y transmutar lo negativo en positivo. De nada sirven acciones pasajeras y superficiales en ese trabajo contigo mismo para abandonar comportamientos negativos, pulirte y lograr paso a paso tu mejor versión.
Pocas vivencias nos ayudan tanto a despertar consciencia y hacer buenos cambios como las preguntas: ¿De verdad dedico a los seres que digo amar el tiempo, los cuidados, la energía y el tiempo que se merecen? ¿Cuándo hago planes, pienso en ellos y los tengo en cuenta? ¿Mis acciones son amorosas o egoístas? ¿Mis prioridades están centradas en amarme y amar o en hacer para tener más? ¿Soy compasivo o juzgador?
Hacerte preguntas es valioso si tu ego no te induce a buscar justificaciones y maquillar tu egoísmo y tu indiferencia. Durante años he estado en muchas ocasiones con personas cuya transición está bien cercana. Jamás he escuchado frases como estas: “Ah, debí haber trabajado más? Ay, ¿por qué no hice más negocios? Lo que oigo es: “perdonen, no expresé mi amor”, “Ay, amar no fue mi prioridad”, “ámense, me duele no haber amado de verdad”. “Mi prioridad no fue amarme y amarme, fue tener más".
Cuenta la historia que hace años en el oriente muchas personas iban a recibir sabios consejos de un anciano monje budista. Era muy amable y, antes de empezar la charla, hacía una hermosa meditación guiada que calmaba a sus visitantes. Luego escuchaba con atención plena lo que le querían decir y hacía varias preguntas inteligentes para saber más. En cierta ocasión fueron a una consulta tres muchachas jóvenes que no le encontraban sentido a su vida. Cuando ya regresaban a sus casas se contaron cómo les había ido y qué les había dicho. A las tres las invitó a meditar.
GONZALO GALLO
Escritor y conferencista.