MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Gonzalo Palau Rivas

América Latina superavitaria

Las economías que registran excedentes cuantiosos enfrentan un problema especial, ya que acumular re

Gonzalo Palau Rivas
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Gonzalo Palau Rivas

De acuerdo con información recientemente publicada por PORTAFOLIO, la balanza comercial de América Latina en el 2009 fue ampliamente superavitaria en el marco de dieciocho países, dentro de los cuales no se incluyen naciones "sui generis" de origen anglosajón como Barbados, Trinidad-Tobago o Surinam y que sin embargo -según otras estadísticas- ostentan los mayores niveles de ingreso per capita de la región. El valor total de las exportaciones de esas dieciocho economías fue de US$673.000 millones en tanto que las importaciones ascendieron a US$626.000 millones, lo cual nos deja un excedente o superávit de US$47.000 millones.

Desagregando la información por países se encuentra que el superávit lo generan en su totalidad Brasil, Argentina, Venezuela (gracias a los precios del petróleo), Chile y en menor medida Perú. El superávit acumulado de estos tigres compensa con creces el déficit comercial del resto de los países (salvo dos), donde el mayor desequilibrio lo aporta México que exporta US$227 mil millones y a su vez importa US$234 mil millones, fruto muy seguramente del apretón económico puesto en práctica por familias, empresas y gobierno de su vecino del norte.

Las dos economías que no están claramente ni aquí ni allá (en cuanto a déficit o superávit) son Colombia y Bolivia, cuyos guarismos de comercio exterior de entrada y salida son prácticamente equivalentes. En estricto sentido, estos dos países merecerían el mejor reconocimiento pues precisamente la filosofía moderna del comercio exterior consiste en que las corrientes reales sean equivalentes en valor y además evolucionen en el tiempo de manera armónica y ordenada. Este tipo de comportamiento evita las secuelas de la enfermedad holandesa en el escenario de superávits abultados o de iliquidez financiera en el caso de déficits cuantiosos y sostenidos.

Para el caso colombiano, se reafirma la tesis de que la tendencia revaluacionista del peso en los últimos años no tiene su origen en las operaciones normales y tradicionales de comercio exterior, sino en otras realidades como las remesas de familiares (no todas ellas de origen lícito y cierto), del abundante flujo de inversión extranjera en sus dos modalidades de estable y especulativa y fundamentalmente en el uso o abuso de crédito externo (emisión de bonos) por parte del gobierno nacional, que inicialmente son dólares pero que a la postre terminan monetizándose para cubrir gastos acuciantes en moneda local.

Las economías que registran excedentes cuantiosos enfrentan un problema especial pues acumular reservas en dólares cada vez más devaluados no es propiamente un propósito sensato. Tener inversiones en el exterior rentando en el mejor de los casos un dos por ciento al año y tener que atender al mismo tiempo pagos de deuda externa con tasas de dos dígitos es algo que no pasa por la mente ni siquiera del más analfabeta de sus habitantes rurales. De ahí, el gran tema de discusión acerca del adecuado nivel de reservas internacionales que un país deba mantener teniendo en cuenta sus niveles de comercio exterior y fundamentalmente sus compromisos de deuda externa. Muy seguramente Colombia está en un nivel aceptable pero posiblemente Argentina acumula y acumula dólares en forma improductiva, que la ortodoxia no le permite utilizar de manera provechosa si siguiese los consejos de la sabiduría campesina.

El caso de China, con unas reservas equivalentes a todas las exportaciones de América Latina, es a su vez alucinante y aterrador.



gpalau@urosario.edu.co

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