Nuevamente está causando preocupación en la opinión pública, con amplia resonancia en todos los medios de comunicación, el fantasma de la deuda externa de Colombia. A corte del primer trimestre del 2016, esta supera los 113.000 millones de dólares, con un aumento de 10.000 millones de dólares en valores absolutos, y del 6,6 por ciento en términos relativos con respecto a un año atrás.
Sin embargo, el dedo en la llaga está siendo puesto en la proporción de dicha deuda con respecto al PIB nacional. La relación entre deuda externa total en el numerador y el PIB en el denominador ya supera el 40 por ciento, cifra que no se observaba desde la crisis de fin de siglo. No obstante esta realidad, el incremento en el coeficiente puede ser el resultado de dos factores o la combinación de ambos: aumento desbordado en el numerador (deuda), con crecimiento moderado en el denominador (PIB), o incremento moderado en el numerador, pero con estancamiento o incluso retroceso en el denominador.
Este último escenario parece ser el que más se ajusta a la coyuntura. Cuando la economía colombiana crecía por encima del 5 por ciento, los aumentos en la deuda externa pasaban casi que desapercibidos. Ahora que escasamente fluctuamos entre el 2 y el 3 por ciento, el coeficiente se dispara a los niveles reseñados de más del 40 por ciento. Así y todo, estamos lejos –años luz– de lo que ocurre en países del primer mundo como Grecia e Italia, a pesar de que el Ministro de Economía italiano expresó su gran satisfacción porque el nivel de endeudamiento de esa economía (sin incluir El Vaticano), había disminuido en el último año, ¡del 142 por ciento al 139 por ciento!
Lo más llamativo es que este favorable comportamiento fue recogido por las calificadoras de riesgo internacionales para mejorar la perspectiva de la economía italiana de estable a positiva. Por el contrario, y para Colombia, Moody’s acaba de limitarse a mantener la calificación vigente, pero advirtiendo sobre la presencia de grandes nubarrones en el horizonte.
Para volver a los niveles razonables de épocas recientes y hasta tanto el PIB retome una senda de crecimiento sostenido, no estaría de más evaluar la conveniencia de seguir el ejemplo del jefe de Estado de Argentina. El señor Macri fue pillado por los sabuesos de los ‘Panamá Papers’ y lejos de desmentir los hechos tozudos e irrefutables, ha procedido a reintegrar a la economía local la no despreciable suma de 1 millón de dólares a través de la compra –a título personal– de bonos de deuda externa de su país. En este orden de ideas y en vez de una problemática y engorrosa amnistía, el gobierno colombiano podría realizar una operación masiva de canje de deuda, permitiendo que los cuantiosos capitales off shore –bien habidos, pero no declarados a la fecha– se legalicen a través de la compra de bonos de deuda externa. A cambio de la legalización, estos bonos se emitirían en condiciones más favorables para el país en cuanto a plazos y precios de colocación. En otros términos, tasa de interés significativamente más baja que la que exigen los mercados financieros.
Comentario al margen: hace unos años el secuestro de un personaje de la vida nacional podía extenderse hasta seis años. Hoy, dura seis días. Esperemos poder llegar pronto a ningún día.
Gonzalo Palau Rivas
Economista
gpalau@cable.net.co
Deuda externa y repatriación de capitales
POR:
Gonzalo Palau Rivas
junio 07 de 2016
2016-06-07 07:25 p. m.
2016-06-07 07:25 p. m.
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