Pese al sinnúmero de advertencias y vaticinios catastróficos que se manifestaron en muchísimos medios de comunicación a nivel mundial, los Juegos Olímpicos 2016, llevados a cabo en Brasil (país insignia de Latinoamérica), fueron un éxito total, y el único lunar aparente, relacionado con una supuesta acción delictiva por parte de la Fuerza Pública, resultó ser finalmente un montaje de deportistas de un país del primer mundo, motivados por sentimientos de desprecio y falsa superioridad hacia esta región. Ojalá a Brasil no le caiga ahora la maldición del anfitrión, en el sentido de que pasada la fiesta viene la resaca, con sus inevitables consecuencias económicas adversas.
Le ocurrió a Grecia en el 2004, y transcurridos doce años sigue aún sumida en una profunda crisis. En el 2008, China se lució también con la organización de los juegos, y hasta ese momento su economía venía disparada, fungiendo como motor del crecimiento a nivel mundial.
Hasta nuestra querida Acerías Paz de Río -otrora emblema del desarrollo industrial criollo- tuvo una efímera bonanza, originada en la gran demanda por sus productos proveniente del gigante asiático. Pasado el evento, lo que más caracteriza a la economía china es su permanente desaceleración y su menguado aporte a la economía mundial. Hasta en el plano deportivo se vinieron abajo, pues, después de haber sido los primeros en ese año, en el 2012 cayeron al segundo puesto, y ahora en Brasil se tuvieron que contentar con un deshonroso tercer lugar en el cuadro de medallerías.
En el 2012, Gran Bretaña actuó como anfitriona y no se podría afirmar tajantemente que al término de la justa deportiva entró en crisis, pues, como toda Europa, ya lo estaba. Sin embargo, cierto es que en los siguientes cuatro años no se ha podido levantar, generando entre sus ciudadanos un sentimiento de frustración que vino a hacerse evidente en el reciente plebiscito sobre el 'Brexit'.
Afortunadamente, Colombia no aparece por ahora en una lista de potenciales aspirantes a organizar una olimpiada en un horizonte de mediano o largo plazo, y menos con los conflictivos y empobrecidos vecinos que nos acompañan. Por el contrario, los colombianos tendremos que concentrar todos nuestros recursos y energías en atender el desafío que se nos viene una vez se realice nuestro plebiscito sobre el fin del conflicto -que no de la guerra-, y en el cual esperamos que, por amplio margen, el SÍ obtenga la medalla de oro.
Si alguien tiene dudas sobre la bondad del proceso, tenga en cuenta la siguiente estadística: en el 2014 ingresaron al Hospital Militar 1.127 soldados heridos y mutilados en combate; en lo que va corrido de este año, solo han llegado tres, y por accidente. Para aclarar dudas, lo más aconsejable sería leerse, con juicio, el documento de 297 páginas que fue firmado el pasado 23 de agosto. Tarea ardua, reservada para unos pocos como el Procurador General a quien le restan tres meses de mandato, que, seguramente, dedicará a controvertir todo lo acordado, fiel a su obsesión de criticar todo aquello que provenga y emane de la Casa de Nariño.
Es tan desmedido su afán de protagonismo, que ha desplazado al senador Robledo, a quien muchos colombianos sí elegimos para ejercer una importante labor fiscalizadora. Pregunta final: ¿será que Datexco realiza sus encuestas en las mismas plazas y expendios donde merca el Dane?
Gonzalo Palau Rivas
Economista
gpalau@cable.net.co
Las olimpiadas y el plebiscito
Colombianos tendremos que concentrar todos nuestros recursos y energías en atender el desafío que se nos viene una vez se realice nuestro plebiscito.
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