Hace unos pocos días el varias veces exministro de estado, Guillermo Perry, lanzó la idea de que con el propósito de alcanzar una mayor independencia frente a los organismos de carácter supranacional (léase básicamente FMI), sería interesante que el Fondo Latinoamericano de Reservas (Flar) evolucionase hasta convertirse en una especie de Fondo Monetario para la región.
Hasta aquí, muy interesante y ambiciosa la propuesta. Sin embargo, como dice el adagio popular “untado un dedo, untada toda la mano”. Pensemos más bien en proyectos integracionistas de mucho más impacto, como por ejemplo revivir la malograda Gran Colombia de principios del siglo XIX. Recordemos que por el año de 1830 y para infortunio del legado del Libertador, Colombia, Venezuela y Ecuador partieron cobijas y decidieron seguir vidas y caminos independientes. Como consecuencia de esta situación y al cabo de cuatro años de negociaciones (ver JC Restrepo en su libro de Hacienda Pública) Colombia se quedó con el 50 % de la deuda externa tramitada por el prócer Francisco Antonio Zea ante el Reino Unido, con el fin de financiar la guerra de independencia. Venezuela se quedó con el 28.5 % y Ecuador con el restante 21.5 %. Como en esa época no era costumbre medir periódicamente el PIB, el único parámetro confiable para llegar a esa “equitativa” distribución fue el número de habitantes por región. La historia se encargaría de demostrar que esta partición fue meramente simbólica, pues ninguno de los tres “adjudicatarios” estuvo en condiciones de honrar el compromiso adquirido.
Si hoy siglo XXI, esos tres países se integrasen política y económicamente, la nueva Gran Colombia tendría una extensión de aproximadamente 2.300.000 kms., lo que equivaldría a estar a nivel mundial en el cuarto lugar en cuanto a área geográfica. Desde el punto de vista poblacional, Ecuador aportaría 16 millones de habitantes, Venezuela 33 millones y Colombia 48 millones para un gran total muy cercano a los cien millones, lo cual nos ubicaría en el puesto 11.
En el campo económico, el impacto y el posible beneficio serían aún más significativos. Sumando los 600.000 millones de dólares del PIB de Colombia, más los 400.000 millones de dólares de Venezuela y los 100.000 millones de dólares de Ecuador, esta nueva Gran Colombia aportaría a la economía mundial un PIB de un billón de dólares, lo cual nos dejaría pisándole los talones a México y muy cerca de llegar a ser parte de una de las diez economías más grandes del mundo. Lo de hacer parte o ser admitidos al prestigioso club de la Ocde, se convertiría en un juego de niños.
Para hacer realidad este sueño, habría que tragarse unos cuantos sapos en cada uno de los territorios actualmente vigentes. Habría que liberarse de ciertas ataduras o correas y sus aparentes ‘Santos’ y ‘Maduros’ dirigentes locales deberían hacer a un lado veleidades y ambiciones personales y dar paso a una nueva generación de dirigentes, no contaminados de falsos y perversos nacionalismos.
Desde el punto de vista económico, el escollo más difícil será el de la designación de una moneda única y por consiguiente la renuncia a la posibilidad de aplicar una política monetaria por separado, tal como le ocurre hoy a Grecia, pero le sucede también en nuestra patria al departamento del Chocó, que no puede devaluar el peso para impulsar sus exportaciones de oro y banano y salir de los aterradores niveles de pobreza en que se encuentra actualmente inmerso.
Gonzalo Palau Rivas
Profesor, Universidad del Rosario
gonzalo.palau@urosario.edu.co