Al actual jefe de Estado de Austria se le venció el periodo presidencial en el mes de julio, y a la fecha no se le ha podido elegir sucesor.
En el primer intento, realizado en el mes de abril, ninguno de los cinco candidatos que se presentaron a la contienda, obtuvo más del 50 por ciento. Por esta razón, se convocó a una segunda votación en julio, restringida esta vez a los dos aspirantes con mayor votación en el primer intento.
Esto con el propósito de evitar un desastre, estilo Petro, cuando la elección de Alcalde en Bogotá, hace cuatro años. Lo increíble es que en este segunda sufragio, un candidato obtuvo el 50,3 por ciento y el otro, el restante 49,7 por ciento.
En su sabiduría, el Tribunal Constitucional del país austriaco determinó que una diferencia tan pequeña y estrecha era inadmisible como para definir algo tan importante como la jefatura del Estado. El argumento es que el solo 2 por ciento de margen de error en el que puedan incurrir los votantes por razones ajenas a su voluntad, sería motivo, más que suficiente, para invalidar la elección.
Seguramente, esta consideración aplicaría también para el caso del ‘Brexit’, en Gran Bretaña, y por extensión para nuestro plebiscito sobre el acuerdo con las Farc.
No está por demás aclarar que el mismo planteamiento sería igualmente válido en el caso de que el ‘Sí’ hubiese ganado por un margen igualmente estrecho. Decisión tan trascendental –en un sentido o en el otro– debería tener un mayor volumen de aceptación. Sin embargo, lo ocurrido ya pasó, y este tipo de reflexiones quedan para futuras ocasiones, en el evento en que se presenten sucesos similares.
Lo cierto es que, el país está al borde del abismo, con 50 por ciento de probabilidad de caer en el vacío, y otro tanto de probabilidad de, eventualmente, corregir el rumbo y retomar la senda correcta.
La fractura regional que se deriva de la descomposición de los votos por departamentos y ciudades es profunda, y no obedece a lógica alguna. Más que profunda, parece irreconciliable, al punto de que no sería descabellado pensar en la independencia o autonomía del altiplano cundiboyacense. Todos amigos, pero cada uno por su lado, según sus preferencias y convicciones.
Finalmente, quedó demostrado, así no nos guste a muchos, que Álvaro Uribe manda y desmanda en el país actual. En este orden de ideas, sería consecuente ‘desprohibir’ lo que actualmente está prohibido, o sea, la reelección presidencial indefinida. ¿Para qué desgastar energías y cuantiosos recursos en el 2018, buscando un candidato que se va a limitar a fungir como consueta o ventrílocuo? En el evento de que no llegue a actuar así, sería calificado como traidor, al jefe y a la patria.
Gonzalo Palau Rivas, orgulloso cundiboyacense.
Economista
gpalau@cable.net.c
Votaciones calificadas
El país está al borde del abismo, con 50% de probabilidad de caer en el vacío, y otro tanto de probabilidad de corregir el rumbo y retomar la senda.
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