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Harry Adler

Afganistán, responsabilidad compartida

El accionar de los últimos presidentes de Estados Unidos contra el talibán. ¿Qué hicieron? ¿Qué dejaron de hacer?

Harry Adler
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Harry Adler

Por la polarización en los Estados Unidos, va a pasar mucho tiempo para que puedan hacer un balance objetivo sobre la conveniencia, o el caos, de su retirada.

Un hecho sobresaliente es el reciente nombramiento del señor Sirajuddin Haqqani como ministro del interior por los talibanes. Líder de una temida organización terrorista, y responsable de violentos ataques contra los aliados y el ejército afgano, está en la lista de los más buscados por el FBI.

Cabe recordar que, bajo la administración Trump, firmaron en febrero del 2020 en Doha un acuerdo con los talibanes. Abría el campo para el retiro de sus tropas, a cambio de garantías para reducir la violencia y el rompimiento de los lazos con los terroristas. Omitieron un pequeño detalle: faltaron medidas concretas para hacer efectivas las promesas.

Interesante el pronunciamiento del señor Saad Mohseni, al expresar que “todos fueron a Doha por la pompa y la ceremonia. Pero quedaron pendientes grandes problemas”.

Mohsemi es un empresario afgano nacido en Londres, presidente de Moby Media Group, que opera múltiples cadenas independientes de radio y televisión en Afganistán (sí, allá ha habido, y aún hay, periodismo avanzado; y una nueva generación que desconoce la guerra). Participante activo en el escenario político de ese país, con conexiones en el resto del mundo, es conocido como el Murdoch afgano.

Repasando la historia, el problema se origina con los ataques del 11 de septiembre del 2001, perpetrados por Al Qaeda desde sus bases en Afganistán. Ante la negativa de los talibanes -controlaban la mayor parte del país- para entregar a Bin Laden, George W. Bush decidió enviar tropas, advirtiendo eso sí una prolongada campaña.

Apoyados por el Reino Unido, iniciaron con ataques aéreos contra objetivos de Al Qaeda y de los Talibanes. En colaboración con las fuerzas afganas, derrocaron al gobierno Talibán y forzaron la huida de Bin Laden a Pakistán. A finales de ese año había 1.300 militares norteamericanos en ese país.

A mediados del 2003, Bush anunció el fin del combate. La tarea, pensó, era reconstruir el país, y establecer una democracia. Pero la corrupción, sumado a que su atención se había volcado hacia Iraq, facilitó el resurgimiento de los talibanes. Al final de su segundo período, tenía 30.000 hombres. Los talibanes, ya una poderosa insurgencia, habían retomado regiones importantes en el sur del país.

En el 2009, los militares recomendaron a Obama aumentar la tropa, a pesar de la oposición de su vicepresidente Biden. En el 2010 completaron 100.000, con la idea ir transfiriendo la responsabilidad al ejército afgano. En medio de una complicada diplomacia, con la baja de Bin Laden en Pakistán en 2011 se inició el desmonte.

En su segundo período, Obama reconoció la imposibilidad de establecer algún tipo de democracia, y orientó su misión a acabar con el terrorismo, acorralar a los talibanes, y apoyar al ejército afgano. Finalmente, decidió que no era viable una retirada completa, se redujo a menos de 10.000 hombres, y manifestó que su sucesor debería definir los pasos siguientes.

HARRY ADLER
hadler@stanfordalumni.org

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