Hablar de disrupción se ha convertido en uno de los temas preferidos y de los más mencionados en los últimos meses, especialmente entre aquellos interesados en los negocios. Se discute sobre innovación, creación, necesidad de cambio, movimiento. Se habla sobre cómo el mundo se transforma a una velocidad sin precedentes y es necesario prepararse para no quedarse atrás.
Esta realidad nos plantea varios interrogantes, especialmente en un país como el nuestro, donde paulatinamente nos hemos tenido que enfrentar a una alta migración de las industrias hacia la utilización de las nuevas tecnologías en sus procesos productivos, y a la creación de nuevas empresas que han entrado a los mercados a competir con tecnologías que las hacen más eficientes y llamativas ante los clientes.
Es por esto que acercarnos a resolver dichos interrogantes será fundamental para crear progreso y oportunidades de permanencia en los mercados, no solo para quienes ven el asunto con preocupación, sino también para aquellos que no saben cómo reaccionar ante el inminente efecto que tendrán las nuevas dinámicas en los diversos sectores de la economía.
Algunas de las preguntas que debemos poner sobre la mesa, para generar mayor claridad, son: ¿es la disrupción una amenaza? ¿Los negocios que hoy conocemos están condenados irremediablemente a desaparecer? ¿Qué debemos hacer para que los negocios sobrevivan a los cambios que presenciamos, sin perder su identidad?
Por lo general, aquellos que sienten la disrupción como una amenaza, ven la llegada de los nuevos competidores como causa directa de sus malos resultados y muestran una alta resistencia al cambio. Si hay algo que sabemos es que el cambio es inminente y es una necesidad que tienen las compañías.
Adicionalmente, viene de la mano de consumidores cada día más informados y a la espera de productos y servicios que cumplan con las expectativas que la misma modernidad les ha planteado.
Existe el pensamiento arraigado de que las transformaciones que se están dando en los países desarrollados tardarán mucho en llegar al nuestro; sin embargo, la experiencia nos dice que la velocidad a la que llegan las nuevas tecnologías y las innovaciones disruptivas a nuestro mercado no es tan lenta, ni se da en un futuro incierto.
Por lo tanto, el temor al cambio es la verdadera amenaza, más que la disrupción en sí misma. Si bien es cierto que adelantarse a las transformaciones no es fácil y no se puede predecir con total seguridad en qué momento va a nacer una empresa que altere los paradigmas presentes, nos podemos preparar para competir o, incluso, para ser, esa compañía dentro del mercado.
La amenaza no es que lleguen startups como Uber o Airbnb al mercado y lo revolucionen, el peligro real está en quedarse quieto y no sacar provecho de las herramientas a las que tenemos acceso actualmente.
Es necesario que las organizaciones que ya están constituidas, además de seguir fortaleciendo los productos y servicios actuales, inviertan en investigación, innovación y tecnología. Siempre existirán métodos más eficientes de producir, y siempre existirán nuevas necesidades que suplir.
Lo anterior permite consolidar la respuesta a otro interrogante: los negocios no desaparecerán de un momento a otro, pero sí será necesario un proceso de transformación. Aquellos que no lo hagan, tendrán que aceptar que su negocio se vaya quedando atrás. Colombia, un país cuya base empresarial está constituida por pymes, debe enfocarse en la creación de proyectos y espacios que le permita a estas compañías potenciar sus fortalezas y desarrollar oportunidades para innovar y sobrevivir en el mercado.
Finalmente, no se demanda un cambio de identidad por parte de las empresas. Se requiere que se establezcan equipos dentro de las organizaciones que indaguen por los cambios en los mercados –por pequeños que sean–, de manera tal que no se queden atrás y que no los tomen por sorpresa. Asimismo, debe existir una constante confrontación con sus propios procesos y métodos, en busca de acciones que les permitan mejorar constantemente e innovar.
La época en que vivimos exige que los negocios sean capaces de transitar dos caminos al mismo tiempo: uno que fortalezca sus actividades actuales y otro que les permita estar en constante innovación.