El Dane informó que el PIB creció 4,3 por ciento en el segundo trimestre. Según The Economist, con ese resultado Colombia se ubica como la sexta economía de mayor crecimiento entre las 49 que ya tienen resultados para ese periodo.
Este crecimiento sumado a los buenos registros de otras variables, fortalece el entusiasmo del Gobierno, empresarios y analistas sobre las perspectivas positivas de la economía. Aun así, siendo aguafiestas, es sensato tomar en cuenta algunos riesgos que aparecen en el horizonte global.
En EE. UU., los analistas coinciden en que la economía está creciendo, pero su dinámica es débil, como se deduce de la revisión de la proyección del FMI de 2,8 a 1,7 por ciento. En la UE, la actividad económica se debilitó en el segundo trimestre y la Ocde revisó su estimativo de crecimiento de 1,2 a 0,8 por ciento.
Japón tampoco levanta cabeza, por lo que ese organismo bajó su proyección de 1,2 a 0,9 por ciento. La mayor parte de las economías emergentes se ha desacelerado, incluyendo a Rusia, Suráfrica, Perú, Chile, México, Argentina y Brasil, que ya entró en recesión.
Los analistas achacan la desaceleración de las economías emergentes a la terminación del superciclo de aumento de precios de los productos básicos. El bajón del crecimiento chileno, por ejemplo, se explica en 70 por ciento por factores externos, según el economista Vittorio Corbo. Pero Colombia, que es un exportador altamente dependiente de esos productos, sigue como si nada.
En realidad, hasta ahora hemos contado con suerte, pues los precios del petróleo se mantienen estables, los del café subieron, coincidiendo con la recuperación de la producción colombiana y los del banano se estabilizaron en precios altos.
En ese contexto, el saldo negativo de la balanza comercial es un campanazo de alerta. Grosso modo, el déficit acumulado a junio (-US$1.900 millones) se explica por la caída de las exportaciones de petróleo a EE. UU.; sin ese país, el saldo comercial es positivo en US$362 millones. No obstante, el problema puede ser mayor de lo que aparenta, pues no es coyuntural.
Por ahora, se logró reorientar las exportaciones de petróleo a otros destinos, como España, China y el Medio Oriente. Pero están ocurriendo cambios estructurales ante los cuales hay que reaccionar.
La producción de petróleo y gas no convencionales en EE. UU. alteró el panorama global; ya es el primer productor mundial y en pocos años dejará de ser importador para pasar a ser exportador. Como complemento, está produciendo grandes cantidades de gas natural a precios bajos, que le permiten sustituir las importaciones y la producción local de energía con carbón.
Esto significa que el petróleo y el carbón colombianos enfrentan crecientes dificultades en ese mercado. El problema es que estos representan, en promedio, el 65 por ciento y el 70 por ciento de las exportaciones al mundo y a EE. UU., respectivamente.
Es hora de poner polo a tierra. The Economist (Emerging economies. Hold the catch-up), refiriéndose al crecimiento del mundo emergente, señala que “el periodo de rápida convergencia parece haber terminado”. Frente a ese panorama, es necesario fortalecer la demanda interna, seguir en la línea de eliminar las barreras al comercio y lograr un salto en la diversificación de la canasta exportadora. Lo que no podemos hacer es seguir soñando que el país podrá mantenerse como una isla.
Hernán Avendaño
Director, Estudios Económicos, Fasecolda
hernan.avendano@hotmail.com