Las recientes cifras de crecimiento se pueden ver bajo dos perspectivas. Unos argumentan que existe desa-celeración, desindustrialización, crisis en el sector exportador por la revaluación y falta de ejecución de obras de infraestructura. Otros hablan sobre el buen comportamiento del país a pesar de la difícil coyuntura internacional, resaltan cifras históricas de inversión, llaman la atención sobre el fenómeno de precios en el comportamiento del sector mineroenergético y destacan la favorable imagen de Colombia en el mundo.
Ambas visiones hay que considerarlas, y la discusión al respecto es saludable. Por ello, lo más importante ahora es enfocarnos en el largo plazo, en cómo consolidar una mayor capacidad de crecimiento sostenible que aumente el ingreso de los colombianos. Un requisito para esto es acelerar la ejecución de la agenda de competitividad. Los retos ya están identificados por el Sistema Nacional de Competitividad, y los cronogramas y responsables, fijados. Hay que darle más visibilidad a la misma y prioridad a su ejecución. Entre los objetivos de la agenda de competitividad que sobresalen están: el costo de energía y gas, el bilingüismo, más educación técnica y tecnológica, y los costos laborales no salariales.
Capítulo aparte merecen las obras de infraestructura. Con la creación de las Alianzas Público Privadas, se plantearon las condiciones para atraer capital privado a los proyectos. La ley está reglamentada, hay dos docenas de proyectos esperando su autorización en la ANI, mucho interés en las regiones para aplicarlo, y muy pronto se les debe definir su cupo fiscal. Urge darles la largada a estos proyectos, por los que se paga por el servicio de las obras y no por la construcción de las mismas.
Otro elemento crítico es la estabilidad normativa, un requisito fundamental para los inversionistas. El Gobierno ha aprobado normas muy importantes para el desarrollo de largo plazo, como la reforma tributaria. Pero es clave que el sector privado tenga la certeza de que las reformas son estructurales y, como tal, de largo plazo.
Con la aprobación de los TLC se abre una puerta inmensa de mercado para productos colombianos (muchos de los cuales están por producirse) gracias al acceso preferencial al mundo desarrollado. Ahora bien, para vender en el exterior no basta con tener un buen producto. Existen elementos adicionales por considerar, se les denomina Facilitación de Comercio. Uno de ellos es el cumplimiento de estándares sanitarios y fitosanitarios. Más allá de café, banano y flores, las exportaciones agrícolas colombianas son mínimas. Y nuestro potencial, inmenso. Para desarrollarlo, es clave trabajar con las autoridades sanitarias y fitosanitarias para asegurar la admisibilidad de nuestros productos en estos mercados, y con los agricultores colombianos para garantizar el cumplimiento de los requisitos en esta materia. También, las exportaciones manufactureras deben cumplir con estándares de calidad. Por ejemplo, con un adecuado etiquetado, respaldadas por certificaciones de calidad o probadas en laboratorios acreditados.
En los últimos años, Colombia ha dado pasos cruciales para ser un país más competitivo. Ahora bien, a medida que superamos adversidades pasadas, llegan sin avisar nuevos retos futuros. Tenemos que trabajar juntos –Gobierno y sector privado–, si queremos consolidar una tasa de crecimiento superior al 5% anual.