En muchas conversaciones surge la pregunta de por qué no reaccionan las exportaciones a la importante devaluación del peso que, en el último año, ronda en 15%. Por el contrario, las exportaciones no tradicionales muestran un comportamiento incluso contrario al de las expectativas en varios mercados y el déficit en la cuenta corriente se ha aumentado hasta llegar en los primeros tres trimestres a superar el 4,5% del PIB, nivel usualmente considerado como muy elevado y no sostenible en el mediano plazo.
Respecto al déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, en parte ha sido financiada por un incremento en las remesas que deben superar los US$5.000 millones en el 2019. Si bien otros países como México y El Salvador han mostrado que este flujo de recursos se tiende a mantener en el tiempo, también lo es que estamos observando su pico, pues esto no es producto de un gran flujo reciente de colombianos hacia EE. UU., sino más bien por el nivel récord de ocupación en ese país donde la tasa de desempleo está en su nivel más bajo en medio siglo, 3,5%. Por ello, ante una caída en la dinámica económica de EE. UU., estos flujos podrían disminuir de manera significativa.
También debemos mencionar el aumento en la inversión extranjera directa (IED), pero en la medida que el precio del petróleo continúe bajando es probable que se reduzca su dinamismo. En síntesis, el déficit en cuenta corriente es sostenible en el corto plazo, pero es indispensable que las exportaciones reaccionen para evitar una crisis de balanza de pagos en los próximos años ante el previsible cambio en el ciclo económico mundial.
Son varias las razones por las cuales los reintegros por exportaciones no reaccionan. En primer lugar, porque la gran mayoría de países emergentes se han devaluado frente al dólar, por lo que frente al grueso de nuestros competidores continuamos en la misma situación. La situación es más grave cuando en productos como el café, países con una gran participación en las exportaciones mundiales como el caso de Brasil (30%), han reaccionado en los mercados reduciendo los precios en dólares, pues igual reciben lo mismo o mayores ingresos en su moneda local.
Esto ocurre en muchos países exportadores agrícolas y de minerales, por lo que el fortalecimiento generalizado del dólar lleva a una disminución en los precios de productos básicos. Así mismo el atraso de décadas en la negociación y aplicación de los protocolos fitosanitarios que en la practica limitan severamente el acceso de nuestros productos agropecuarios en los mercados mas dinámicos.
Respecto a los productos industriales la explicación es distinta. En primer lugar, los aranceles elevados de 10 a 20% sobre materias primas en muchas cadenas y el escaso uso del Plan Vallejo o el régimen franco, lleva a un gran sesgo antiexportador por la vía de costos, lo cual tiende a agravarse en pesos con la devaluación.
Si a esto le sumamos el costo país representado en los fletes de transporte y tiempos en el comercio exterior, no es de extrañar que la mayoría de nuestros empresarios prefieran el mercado interno y sus costos no les permitan llegar rentablemente a los mercados internacionales.
Esto es especialmente cierto en el caso del sector agroindustrial y de alimentos, donde las materias primas tienen aranceles que en ocasiones ascienden al 80% y otros donde las franjas de precios los sacan automáticamente del mercado.
No obstante, un tema subyacente que cada vez se convierte en una barrera mayor a nuestra participación en los mercados internacionales es el estancamiento de productividad.
La llamada productividad total de los factores ha presentado en lo corrido de este siglo un crecimiento negativo de -0,2% anual. Países como China superan el 2% anual. ¿Donde están las trabas? Una indudablemente es la falta de una política moderna de Pymes que permita que las más productivas crezcan y se consoliden en medianas y grandes. La Ocde señaló hace poco que es notoria la escasez de empresas medianas en nuestro mercado.
Un ingrediente clave es la aplicación de la política de competencia que evite el estrangulamiento de empresas pequeñas y la promoción de cadenas de proveedores con las empresas grandes. También el exceso de protección en el mercado interno y el costo país del comercio internacional permite que muchas empresas se vuelvan de supervivencia (pagan unos sueldos pero no generan capital para reinvertir) con una bajísima productividad.
Las exportaciones no se van a dar con la devaluación. Mientras no resolvamos los problemas de baja productividad, excesiva protección y elevado costo país es poco lo que avanzaremos en este frente.
Hernando José Gómez
Exdirector del Departamento Nacional de Planeación