Luego de 20 años de inflación baja y estable, una tormenta perfecta compuesta por un exceso de demanda generado por las políticas contra cíclicas adoptadas durante la pandemia, la disrupción de la logística mundial que encareció enormemente los fletes, la guerra en Ucrania que disminuyó la oferta de cereales y de fertilizantes y disparó el precio del petróleo, y más recientemente, el fenómeno de ‘La Niña’, que redujo la oferta de productos agropecuarios en el país, aumentó la inflación de niveles del 3% anual a una cifra 4 veces superior del 12% anual.
La mayoría de los analistas creímos que este sería un fenómeno temporal. No obstante, los choques de oferta de carácter sectorial han dificultado el control de la inflación. Cambios en precios relativos de algunos bienes agropecuarios y fertilizantes hacen que el impacto sobre los índices que miden la inflación sea más persistente. Esto a su vez se refuerza vía precios que están indexados al IPC (ej. costos laborales), lo cual comienza a desanclar las expectativas de inflación.
Adicional, el fortalecimiento mundial del dólar frente a la expectativa de una recesión internacional y la incertidumbre causada por anuncios equivocados de algunos miembros del gobierno, convirtieron al peso en la segunda moneda más devaluada del continente en lo corrido del año y una de las más inestables. La devaluación y los costos adicionales que recaigan sobre las importaciones (alzas de aranceles, por ejemplo) se reflejan inmediatamente en los precios locales de los bienes transables a nivel internacional (bienes agropecuarios e industriales). Todo esto refuerza la inflación y sus expectativas.
En estas circunstancias, el Banco de la República de manera prudente se ha movido de una política de tasas de interés reales negativas hacia una más neutral. No obstante, los mecanismos de transmisión monetaria son lentos por lo que los llamados del Superintendente Financiero a moderar el incremento de los créditos de consumo a los bancos son importantes.
No obstante, esto no es suficiente. Una buena parte de la estabilización de la tasa de cambio dependerá del gobierno. Un buen primer paso fue la aprobación de la tributaria (que no quiere decir que sea perfecta) y el anuncio sobre el cumplimiento de la regla fiscal. No obstante, anuncios como los referidos a la suspensión de nuevos contratos de exploración de petróleo y gas con el devastador impacto que tendría en la balanza de pagos y los ingresos fiscales y el que sobre el mercado de deuda pública tendría la reforma a los fondos de pensiones en los términos que se anunció, crean un gran nivel de incertidumbre entre los inversionistas locales y extranjeros que prefieren entonces buscar otros mercados.
El equilibrio macroeconómico es uno de los mayores tesoros que tiene el país, no juguemos con eso. Su papel es crítico en una rápida reducción de la inflación.
Hernando José Gómez
Economista