SÁBADO, 09 DE DICIEMBRE DE 2023

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Horacio Ayala Vela

La clase sánduche

Ya se sienten los fuertes efectos de la retención en la fuente  sobre los bolsillos de los trabajadores.

Horacio Ayala Vela
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Horacio Ayala Vela

La reforma tributaria de 2022 sólo empieza a regir para las declaraciones de renta del año gravable que se inició en enero, pero gracias a las retenciones en la fuente sobre los salarios, ya se sienten sus fuertes efectos sobre los bolsillos de la clase sánduche.

Esa clase que sólo cuenta para pagar impuestos sobre sus rentas del trabajo, porque no recibe auxilios del Estado, no tiene sindicatos ni grupos de presión -incluyendo los que se pusieron de moda por habitar en las cárceles-, no participa en ‘cercos humanitarios’ pero sí está sujeta a las más elevadas tarifas del impuesto sobre la renta. Todo porque, según las estadísticas de la Ocde, Colombia es uno de los países miembros con la tributación más baja de las personas naturales.

En un país donde más de la mitad de los asalariados devenga menos de un salario mínimo, son muy pocos los que pueden gozar de un estilo de vida razonablemente digno, producto de las rentas de su trabajo. Las personas económicamente poderosas no viven de un salario, no son objeto de retenciones en la fuente sobre la totalidad de sus ingresos -que no están estrictamente controlados- no pagan parafiscales ni se preocupan por acumular ahorros para sobrevivir de las pensiones en el futuro.

Además, cuentan con asesores creativos -muchos que ignoran los principios elementales de la ética-. A estos potentados no les preocupa el pico y placa, tampoco les duele el impuesto de vehículos, aunque no los puedan utilizar, ni los costos adicionales por seguros, revisiones técnicas y demás perendengues.

En cualquier sociedad es inevitable observar la relación costo-beneficio de los impuestos; es decir, lo que recibe el ciudadano del Estado a cambio de los tributos que paga. La clase sánduche tiene que pagar todos servicios que utiliza, a precios a veces exorbitantes y sin derecho a protesta. Y no se puede comparar la calidad de vida de que ‘goza’ en nuestro medio, con la que realmente disfruta en los países de altos impuestos.

Aquí debe pagar además por la conservación de la vida y por su seguridad -que no existe- y defenderse de los robos y asaltos a que está expuesto, además de todo en calles destrozadas, porque ciertos alcaldes tienen como deporte favorito romper las mismas vías una y otra vez.

¿Dónde está todo lo que pagamos por las contribuciones de valorización?

Además, las rentas exclusivas del trabajo no gozan de reservas o provisiones necesarias para recuperar el valor del activo productor de la renta, que sufre permanentemente la depreciación, el olvido y el agotamiento, como sí se reconoce en las rentas de capital.

El trabajador tiene la esperanza -sólo la esperanza- de una pensión, a la cual contribuye durante toda su vida activa, pero que, dadas las condiciones prevalentes, termina siendo una mera expectativa.

HORACIO AYALA VELA
​Consultor privado

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