En medio de la agitada campaña electoral que copa prácticamente todos los espacios de los medios de comunicación, el tema de la tributación y las reformas tributarias resulta ineludible, más aún debido a los hechos ocurridos en los comienzos del actual gobierno.
Por ello resulta interesante observar la cantidad de propuestas que se lanzan alrededor del tema, y el desconocimiento que existe sobre su manejo y sus consecuencias reales. No sería sensato exigir que todos los candidatos sean expertos tributaristas, pero al menos deberían enterase de las reglas básicas, ineludibles, que influyen en los cambios que proponen.
Por ejemplo, en uno de los recientes debates Petro propuso derogar la reforma de 2019, bajar la tarifa del IVA al 15%, hacer progresivo el impuesto de renta para sociedades y reducir las tarifas. Barguil propuso bajar las tarifas del impuesto de renta y eliminar las exenciones. Óscar Iván prefiere reducir la burocracia y transformar la Dian para incrementar los ingresos en un punto del PIB. Alejandro Gaviria señala que las tasas de impuesto deben ser efectivas, no meramente nominales, y no es amigo del impuesto a la riqueza.
A Petro hay que recordarle que las angustias financieras son ahora y no en 2024. Si se baja el IVA el golpe en el recaudo es inmediato, pero los incrementos en renta necesitan dos años para ser efectivos. Además, que la progresividad del impuesto a las empresas genera el fraccionamiento de las mismas, según la experiencia. La eliminación de exenciones propuesta por Barguil se ha vuelto un disco rayado, porque afecta a los patrocinadores.
Ninguno de los candidatos ha propuesto la racionalización de las normas tributarias, en aras de la eficiencia administrativa y la transparencia. El Estatuto Tributario -si es que amerita esa denominación- contiene normas vigentes desde 1946. Desde entonces se han estado acumulando múltiples y voluminosas disposiciones en esta materia, que hacen su manejo prácticamente imposible. Sin embargo, cada nuevo gobierno considera las reformas tributarias como trofeos, sin los cuales no queda huella de su paso por el palacio. El resultado no puede ser peor para la transparencia, para el manejo por parte de los contribuyentes y para la propia Dian. Es como si existiera la consigna de seguir alimentando el monstruo, para que no se note la enorme cantidad de ventajas introducidas muchas veces por iniciativas interesadas, con la ayuda de los lagartos que pululan en el Congreso de la República, pescando en río revuelto para beneficio de sus clientes.
En un reciente informe, refiriéndose a Colombia, dice la Ocde que nuestro sistema tributario poco hace para reducir las desigualdades de los altos ingresos. Es un sistema excesivamente complejo, con múltiples regímenes especiales y beneficios tributarios, dando lugar a pérdidas de ingresos significativas, que perjudican el crecimiento y la inversión. En síntesis, nuestro sistema tributario es un lastre, y si se agregan más reformas sueltas, resulta más pesado.
HORACIO AYALA VELA
Consultor privado.