Según The New York Times, si un empleado y un empresario independiente ganan lo mismo, trabajan las mismas horas y realizan las mismas labores, el primero pagará más impuesto de renta que el segundo, porque, por primera vez en Estados Unidos, las tarifas para los empleados serán superiores a las que gravan las rentas empresariales. No es una novedad que los republicanos vendan fórmulas de alivio para la clase media y pobre, que terminan favoreciendo a los más ricos: por ejemplo, ya lo dijo Bruce Bartlett en su libro The Benefit and the Burden.
En Colombia, los candidatos y sus patrocinadores claman por una rebaja de impuestos para los empresarios; al mismo tiempo, hay iniciativas para gravar los ingresos de 2,5 salarios mínimos en adelante, aunque no se ha dicho cuál será el impacto sobre el déficit fiscal en un país donde, según Fasecolda, el 80 por ciento de los trabajadores formales devenga menos de ese monto, y ostentamos el puesto 12 en mayor desigualdad del ingreso entre 168 países. Para la Ocde, el ingreso laboral es el principal factor de desigualdad de los ingresos totales; en Colombia las retenciones en la fuente sobre rentas de trabajo son las más altas de todo el sistema. Claro que hay excepciones, como la que crearon los parlamentarios para sus jugosas pensiones.
Además, se dicen verdades a medias, como cuando se mencionan solo las tarifas nominales de renta, ocultando los generosos beneficios de la eliminación parcial de los parafiscales; la realidad es que únicamente las empresas con prebendas especiales vieron reducidas sus utilidades después de impuestos con la llegada del Cree o la sobretasa. Las demás salieron ganando y mucho, por ejemplo, los hoteles, los call centers y los demás negocios que utilizan mano de obra barata (Véase ‘El impuesto de renta en Colombia’, Anif, 2014).
La solución del problema la tienen los propios empresarios: quienes pagan poco o nada deberían renunciar a sus prebendas para solidarizarse con los que pagan mucho; ahí es donde radica el verdadero problema. De acuerdo con el Banco Mundial, en el 2010 había 99 beneficios tributarios en el impuesto de renta, con costo fiscal de 2,4 por ciento del PIB; en diez años habían crecido 50 por ciento en número y 77 por ciento en el costo fiscal. Por ejemplo, el número de beneficiarios de zonas francas creció de 97 a 712 en el 2011, y hoy sube a más de 1.200, con un costo del 0,03 del PIB, proyectado a 0,33 en el 2020. ¿Cuánto valen los impuestos dejados de pagar por utilidades en ventas de las grandes empresas nacionales? ¿Tendrá algo que ver con las sociedades offshore y la exención en venta de acciones?
Los políticos en campaña no tienen escrúpulos para tratar de convencer a la gente y abusan cuando se trata de asuntos técnicos, pero que afectan de manera importante, tanto a la población como la tributación. Claro que con los niveles de corrupción que vivimos, poco importa que los votantes entiendan o no. Y seguiremos así o peor, sufriendo ciertos avales de los ‘partidos’, las listas para Congreso que se anuncian y la muy generosa solidaridad familiar de los políticos corruptos.