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Ian Bremmer
coyuntura

¿Está la democracia de Brasil en riesgo?

Esta sobrevivirá a Bolsonaro, pero una gran ansiedad política ya se está afianzando en el país.

Ian Bremmer
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Ian Bremmer

Tengo tres alternativas para mi futuro: ser arrestado, asesinado o la victoria”. Incluso para un hombre al que le gusta el lenguaje fuerte, ese es un comentario reciente inusualmente incendiario del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. ¿Deberíamos tomar sus palabras en sentido literal? ¿Está en riesgo la democracia brasileña?

El año que viene, Brasil será escenario de las elecciones más conflictivas del mundo. Bolsonaro enfrentará el gran desafío que le planteará el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien fue liberado de prisión y de su condena por corrupción en noviembre de 2019.

Una encuesta realizada de XP / Ipespe encontró que el 54% de los brasileños califica el desempeño presidencial de Bolsonaro como “malo o terrible”, y solo el 23% dijo que su trabajo era “bueno o excelente”. También encontró que si las elecciones se llevaran a cabo hoy en día, el 40% votaría por Lula y el 24% elegiría a Bolsonaro.

Con la elección a un año de distancia, es demasiado pronto para descartar las posibilidades de reelección de Bolsonaro, pero una serie de escándalos están afectando seriamente sus opciones. Las investigaciones penales en curso sobre la adquisición de vacunas y la campaña del Presidente para desacreditar el sistema de votación electrónica tienen a Bolsonaro en un estado de lucha constante.

Además, el Senado está analizando la estrategia del gobierno contra el coronavirus, cuando la covid-19 ha matado a más de 570.000 personas en el país.

Pero Bolsonaro tiene un plan. Exige reformar la ley electoral para que se requiera la constancia del voto impresa para auditar los resultados. Esta no es una estrategia nueva. Él ya reclamó fraude después de su victoria en 2018, insistiendo en que debería haber ganado en primera vuelta.

Aunque el Presidente ha utilizado activamente las redes sociales para promover su caso, no se ha presentado ninguna evidencia creíble de fraude. También advirtió que las elecciones del próximo año “pueden no suceder” si el Congreso no aprueba su proyecto de reforma electoral.

No hay posibilidad de que el Congreso de Brasil lo haga. ¿Suena familiar? Seguro que está pensando en Donald Trump, pues los paralelismos están ahí. La diferencia crucial es que si bien las instituciones de Brasil son muy sólidas para los estándares de los países en desarrollo, no tienen el historial de durabilidad de las de Estados Unidos: Brasil se deshizo de su dictadura militar en 1985.

Los dos bandos en el país están al ataque. Los líderes del partido en el Congreso, incluidos algunos dentro de la coalición legislativa de Bolsonaro, se han opuesto públicamente a sus acusaciones y demandas. El presidente del Tribunal Electoral declaró que no hay nada de malo en el sistema de votación actual. Los jueces tanto de la Corte Suprema como de la Corte Electoral están presionando a los legisladores para que se opongan a su plan de reforma.

Esta respuesta refuerza las afirmaciones de Bolsonaro de que las instituciones políticas de Brasil quieren verlo perder, pero también limita su capacidad para manipular el resultado de las elecciones.

Otra diferencia importante con el caso estadounidense: la elección de Brasil se realiza a nivel nacional, no a nivel estatal como en Estados Unidos. Eso hace que los resultados en ese país sean más difíciles de disputar para un presidente.

Por todas estas razones, Bolsonaro no va a revocar ni posponer las elecciones. Pero hay otra preocupación: más brasileños (46%) apoyan la reforma electoral de Bolsonaro de los que se oponen a ella (40%). Más de un tercio de las personas dicen que el sistema electoral de su país tiene poca o ninguna credibilidad. El 30% está dispuesto a creer que una elección presidencial puede ser robada, y ese número seguramente aumentará a medida que se acerquen los comicios.

También es difícil evaluar cómo las Fuerzas Armadas de Brasil podrían responder a un resultado en disputa. Bolsonaro, un exsoldado orgulloso de ello, goza de un amplio apoyo dentro del Ejército y ha nombrado a varios generales para servir como ministros en su gobierno.

Hemos visto las posibles implicaciones de eso cuando el ministro de Defensa, Walter Souza Braga Netto, fue acusado de presionar al jefe de la Cámara Baja para que aprobara la reforma electoral del presidente. (Braga Netto niega este cargo y el gobierno ha amenazado con demandar a un importante periódico nacional por informarlo).

Es muy poco probable que el liderazgo militar apoye un desafío de Bolsonaro si pierde las elecciones, incluso si el odiado Lula es declarado ganador. La preocupación es que las tropas regulares y la policía militar estatal dejen de seguir órdenes. Los gobernadores, en su mayoría anti-Bolsonaro, lideran estas fuerzas, pero el Presidente es mucho más popular entre las tropas militares estatales. Si creen que las elecciones presidenciales han sido robadas, es imposible saber cómo responderán a los pedidos de ayuda de Bolsonaro.

Es por eso que el riesgo de violencia política, e incluso de una crisis en Brasil, alcanzará su punto más alto en décadas en 2022.

La democracia del país ha sobrevivido a una buena cantidad de golpes y escándalos en los últimos años. Bolsonaro, siempre convertido en una especie de pararrayos, casi muere apuñalado mientras hacía campaña en 2018. Los expresidentes Michel Temer, Lula, Dilma Rousseff, Fernando Henrique Cardoso, José Sarney y Fernando Collor de Mello quedaron atrapados en el épico escándalo de corrupción política de Lava Jato que sacudió a la élite política de Brasil durante años, pero la democracia brasileña permanece intacta.

También sobrevivirá a Bolsonaro. Pero una gran ansiedad política ya se está afianzando en Brasil, y el riesgo de violencia política es real. La democracia más grande de Suramérica está atravesando un año difícil.

Ian Bremmer
Presidente de Eurasia Group y GZero Media, y autor de‘Us vs. Them: The Failure of Globalism’.
@ianbremmer

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