Los colombianos tenemos que despertar y reflexionar sobre el modelo económico que debe tener nuestro país. Como vamos no podemos seguir siendo complacientes. Necesitamos de una vez por todas ser sinceros con nuestras vulnerabilidades y clarificar los frentes de acción.
No hay duda de que tenemos un país rico en materias primas. Contamos con carbón, níquel y petróleo. También contamos con café, flores y banano, pero nuestra oferta exportable no puede seguir dependiendo exclusivamente de estos recursos. Debemos ampliar los productos que ofrecemos al mundo, aumentar el peso de las exportaciones de servicios, de las manufacturas y de los productos con propiedad intelectual.
El modelo que tenemos es bajo en cuanto al aporte de la tecnología y la investigación en el PIB. Tenemos un papel minúsculo en los recibos mundiales de patentes y regalías, y ni qué decir de nuestro penoso lugar en los índices globales de innovación. La Colombia por construir necesita dinamizar la ciencia, la industrialización y la economía naranja, en la cual las industrias creativas tengan una mayor participación en el PIB, las exportaciones y el empleo. Es urgente tener una visión de Estado sobre el papel de la propiedad intelectual en la sociedad y el estímulo al emprendimiento. Por supuesto, es imperioso que exista un ecosistema de buenas prácticas, en el que empresas grandes, medianas y pequeñas mejoren su interacción y las empresas B (con beneficios sociales) encarnen el principio de la función social de la empresa contenido en la Constitución.
Nuestro modelo actual ve en la política tributaria una hidra que se traga los ingresos para la expansión permanente del gasto público. La estructura impositiva atenta contra la inversión, el ahorro, la formalización y la competitividad. Un modelo económico moderno requiere de una estructura tributaria simple, ágil, de fácil manejo e incluso en la cual se puedan ampliar bases gravables con menores tarifas para fortalecer una cultura de formalización.
El modelo económico que tenemos se basa en un continuo gigantismo del Estado que crece en gastos, subsidios, burocracia y ventanas de derroche, mientras una pequeña base de contribuyentes asfixiados mantienen semejantes ineficiencias. El Estado debe ser más austero, eficiente y creíble con capacidad de operar con una estructura administrativa más liviana y mejor focalización del gasto social para incentivar la migración hacia niveles sostenibles de ingreso, y no la perpetuación de transferencias condicionadas que debilitan la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Somos una sociedad en la cual el modelo económico tiene una informalidad del 50 por ciento, donde solo 1 de cada 4 mayores de 65 años tiene acceso a pensión, tenemos una de las tasas de desempleo juvenil más altas de América Latina. La única manera de enfrentar esta realidad es con un modelo económico que estimule la creación de más empresas que empleen formalmente y donde exista una cultura educativa que privilegie las competencias y pertinencias antes que la obsesión por las pruebas Pisa.
Construir el modelo económico que necesita Colombia, demanda rechazar el populismo alimentado con mermelada presupuestal y marchar hacia una sociedad volcada a estimular la inversión y la generación de riqueza como medios para expandir empleos dignos y estables. Los debates del futuro próximo serán entre quienes creen en un nuevo modelo y quienes quieren perpetuar el pasado.
Iván Duque Márquez
Senador
ivanduquemarquez@yahoo.com
COLUMNISTA
El bendito modelo ecónomico
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Iván Duque Márquez
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