Por muchos años, la cultura y filantropía cultural fueron percibidas por dirigentes políticos y del sector privado como una actividad de buen corazón, desconociendo su importante dimensión económica. Un reciente estudio, realizado por American for the Arts, denominado ‘Arte y prosperidad económica’, muestra el impacto que las inversiones de las organizaciones sin ánimo de lucro, en el sector cultural, generan para Estados Unidos.
La industria cultural detonada por este tipo de entidades generó en el 2011 una actividad económica cercana a los 135 mil millones de dólares.
El 45 por ciento fue generado por las organizaciones que prestan servicios, y el 55 por ciento correspondió a gastos del público, derivados de los eventos culturales.
Como el reporte lo indica, existen cerca de cuatro millones de empleos directos creados por estas actividades y se recaudaron aproximadamente 22 mil millones de dólares en impuestos locales, estatales y nacionales.
Entre los cálculos más interesantes del reporte, están los gastos aproximados efectuados por los asistentes a esta clase de eventos. Los resultados evidencian que por cada uno, adicionales a la adquisición de boletas, una persona consume un promedio de 24 dólares.
Esto incluye transporte, comida, souvenirs y otros gastos. Los consumidores de productos culturales provenientes de otras ciudades tienden a gastar el doble de los usuarios locales, dinamizando negocios hoteleros, gastronómicos y, por supuesto, el comercio.
Otro de los elementos que llaman la atención del estudio está relacionado con el voluntariado en el sector.
Se estima que hay un promedio de cinco mil voluntarios por ciudad, los cuales aportaron cerca de 200 mil horas a las organizaciones culturales, representando un valor superior a los cuatro millones de dólares.
¿Cuáles son las lecciones que deja esta investigación para América Latina?
En primer lugar, es fundamental entender que la promoción cultural de calidad beneficia económicamente a las ciudades. También es importante indicar que el sector cultural es una fuente de recaudos tributarios, derivados de sus ingresos directos, como de los gastos realizados por los consumidores de espectáculos.
En una ciudad como Buenos Aires, donde millones de personas asisten cada año a eventos de tango, las industrias culturales representan el 9 por ciento del PIB.
Es necesario indicar que las organizaciones sin ánimo de lucro vinculadas a museos, festivales, carnavales, teatros, entre otros, son excelentes vehículos para detonar actividad económica, cuando cuentan con el ambiente normativo e incentivos tributarios adecuados.
Por último, fomentar el voluntariado cultural es un medio eficaz de generar compromiso ciudadano y aportar a la economía local.
Analizar y aprender de estos estudios nos ayudará a cambiar la mentalidad y saber aprovechar las oportunidades que la economía cultural trae para nuestros países.
Iván Duque Márquez
Analista