Datos recientes muestran un tema preocupante para América Latina y el Caribe: el nivel de reducción de pobreza por ingresos se estancó y vemos un aumento en el número de pobres, según el último Panorama Social de la Cepal. Esto significa que tres millones de latinoamericanos volvieron a caer en la pobreza entre 2013 y 2014. Dada la proyección de crecimiento para este año, que el FMI estima en 1,3%, nuestras estimaciones del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) sugieren que en 2015, 1,5 millones más de personas caerán en la pobreza.
Podría ser que vienen de los casi 200 millones de individuos que viven en condiciones de vulnerabilidad (viven con menos de 4 dólares al día), ni de los que son clase media (con 10-50 dólares al día). Sus ingresos están por encima de la línea de la pobreza, pero son susceptibles a caer en ella.
La subida es distinta que la bajada: nuestro análisis muestra un claro patrón. Lo que determina la ‘salida de la pobreza’ (generación de empleo en sectores de servicios y en el público) es distinto a lo que lleva a ‘evitar la recaída’ (existencia de redes de protección social, capacidades y activos de los hogares).
Este desencuentro sugiere que no basta con más crecimiento económico para construir una ‘resiliencia’ -o la capacidad de absorber choques externos, sean financieros o desastres naturales-, sin que haya grandes pérdidas sociales y económicas. Hace falta invertir en las capacidades y activos de los pobres y vulnerables-. Estas tareas que toman años, y en muchos casos, toda una generación.
Exclusión más allá del ingreso: a fin de proyectar qué sucedería si la región creciera al mismo ritmo que en la década pasada, a un promedio de 4% anual, simulamos una recuperación del crecimiento entre 2016 y 2020. La sorpresa es que se observan señales de retornos decrecientes al mismo patrón de crecimiento. Es decir, mientras que entre 2000 y 2012 un promedio de 4,7 millones de latinoamericanos al año abandó la pobreza, entre 2016 y 2020 podrían estar saliendo solo 3,9 millones al año.
Está claro que ‘más de lo mismo’ en crecimiento -y en políticas públicas- no reduce la pobreza y la desigualdad. Hay dos motivos: la región está agotando sus fuentes fáciles de aumento en remuneraciones en los sectores de servicios, y se acaban los recursos fiscales para expandir las redes de protección social.
Lo que queda son retos más difíciles: confrontar exclusiones, discriminaciones y desigualdades históricas que no se explican solo por ingreso.
Fundamentalmente, el progreso es multidimensional y no puede ceñirse solo a vivir con menos o más de 4 o 10 dólares al día. El bienestar es más que ingreso: no una norma consumista de lo que es una buena vida, de la ascensión social por bienes.
De eso se trata el próximo Informe de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe que estamos preparando, con recomendaciones de políticas que ayuden a quienes deciden, a liderar una agenda no solo de recuperación de crecimiento y ajuste estructural, sino de redefinición de lo que es progreso, desarrollo y cambio social en una región de masivas desigualdades y clases medias emergentes y vulnerables.
Jessica Faieta
Subsecretaria general de la ONU y
Directora del PNUD para América Latina y el Caribe