Debido a una columna que publiqué hace poco en este diario, recibí varios comentarios de lectores que querían aportar a la discusión alrededor de por qué falla una estrategia empresarial. De este contrapunteo salieron tres temas que vale la pena mencionar, haciendo un paralelo con una situación común en nuestras vidas: el paseo familiar.
1. Desalineación entre visiones de la junta directiva y la administración. Generalmente, la primera está para representar los intereses de los accionistas, y la segunda para, bueno, administrar la empresa. Y aunque deberían trabajar de manera armónica, con frecuencia tienen aspiraciones divergentes, de ahí que un plan estratégico desarrollado por la administración, por más brillante que sea, pueda ser fácilmente rechazado por la junta directiva. Es como si usted estuviera organizando un paseo familiar (con tíos y primos a bordo) y no le consultara a sus familiares si prefieren un viaje de historia y museos, o uno de playa y compras. Usted como administración de esta compañía (el paseo) no le está consultando a su junta (su familia extendida) qué visión de vacaciones tiene y, obviamente, cuando les presente el paquete turístico es muy probable que se rebelen. La solución: durante una planeación estratégica identifique puntos de consenso y disenso entre administración y junta, zanje diferencias y con base en esto construya la estrategia teniendo en cuenta sus visiones.
2. Recursos insuficientes. Hay casos en los que existe armonía entre los dos grupos y se procura ‘aterrizar’ la estrategia en objetivos, indicadores, metas, plazos y responsables, solo para darse cuenta al final de que no se dispone con los recursos necesarios (financieros, humanos, entre otros) para echarla a andar. Volviendo al paseo, digamos que su familia se decidió por playa y compras, y usted identifica que la mejor opción es algo de shopping en París y después mar en Mónaco. Dos meses antes de partir, le pasa la cotización del viaje a su familia, solo para percatarse, horrorizado, que no todos pueden costearlo y que ya es muy tarde para cambiar de planes. La lección: recuerde que los procesos de despliegue de la estrategia no son lineales, sino de ciclo cerrado, es decir, usted debe revaluar si lo propuesto es viable, y si no lo es, devolverse y hacer ajustes hasta lograr algo implementable. Esto, claro está, incluye la estimación de recursos.
3. Pobre comunicación. Aun cuando se acierte en los puntos 1 y 2, con frecuencia la organización recibe –si es que lo hace– una lacónica comunicación del tipo ‘habemus’ estrategia. Cada quien cumpla con sus nuevas metas, lo cual, desde luego, no es muy motivador. ¿Recuerda cuando usted era adolescente y se acercaban las vacaciones? ¿Qué era preferible, que todos como familia conversarán y decidieran adonde querían ir, o que un par de semanas antes sus padres dijeran ‘nos vamos para la finca’? Ojo: a la hora de desplegar la estrategia, la construcción de metas y acciones debe ser incluyente, no un mandato que venga desde arriba. Igualmente importante es desarrollar un plan juicioso de comunicación que motive a las personas y, mejor aún, que ligue el cumplimiento de metas a planes de incentivos.
Cumplir con todos estos puntos es complejo, pero el hecho de tenerlos claros y procurar llevar a cabo varios, contribuye con una estrategia exitosa, ¡o unas vacaciones familiares inolvidables!
Jorge Barriga
Consultor senior de Prospecta
jbarriga@prospecta.com.co