La preocupación que reina con razón en el Gobierno sobre el desempleo se debe a que diseñaron políticas con diagnósticos errados. El Ministro de Hacienda ha dicho: “No entiendo todavía a cabalidad qué es lo que sucedió ni cuáles son las mejores medidas que podamos tomar para corregir esta dinámica”. Esa franqueza podría estar indicando que Minhacienda abandonará sus errados planteamientos.
El ministro Carrasquilla ha creído que el problema del desempleo se explica por un salario mínimo alto y una elevada tributación empresarial. Hace diez años afirmó que “el salario mínimo en Colombia es un chiste, ridículamente alto” e introdujo la idea de que debía ser ajustado o reducido; y el año pasado volvió a repetir esta idea cuando presentaba las motivaciones de la ley de financiamiento. Allí sostuvo que “el sector formal contrata a un costo que es relativamente alto. La relación, para poner un ejemplo, entre el salario mínimo legal y el salario medio del país está entre los más altos del mundo”.
Dentro de las motivaciones de dicha ley también afirmó que los ingresos por renta provienen en un 85% de las empresas y en 15 por ciento de las personas naturales. Esto es cierto, pero agregó que en el resto del mundo la proporción es más equilibrada y en los países avanzados quienes más aportan son las personas naturales. Con esta temible comparación estaba sentenciando hacia dónde debería recargarse la tributación, aunque sin mencionar que en dichos países la oferta de bienes públicos es alta y de calidad. Tampoco estimó los resultados en empleo.
Todas estas ideas son las mismas que planteó el candidato Iván Duque en campaña, cuando arengaba que los altos impuestos a las empresas impedían la demanda de empleo. Por ello propuso bajar su porcentaje de tributación e hizo aprobar la Ley de Financiamiento que redujo la renta del 37 al 33% este año y llegará al 30% en 2022. Sin embargo, los impactos en el empleo no han ocurrido y contra todo pronóstico, se han destruido puestos de trabajo. Esto es tal vez lo que ha confundido al Ministro y tiene preocupado al Gobierno, aunque llama la atención que el Presidente en la pasada Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo -OIT- en Ginebra, se haya comprometido a reducir el desempleo por debajo del 8%.
Por si fuera poco, tanto el Ministro como el Presidente, confían en exceso en los efectos del crecimiento económico y depositan en él todas sus esperanzas como si crecimiento fuese sinónimo de empleo. Esto no solo es un error, sino que ya puso en tensión las relaciones entre el Gobierno y el Banco de la República cuando su gerente afirmó que la economía estaba estancada. Esto acabó de confundir al Gobierno ya que creen lo contrario y se resiste a ver los problemas estructurales de la economía. Por ahora pone su ilusión en los 14 pactos por el crecimiento y la generación de empleo que acaban de firmar.
La franqueza del Ministro ojalá lo lleve a abandonar sus equivocadas ideas para que le permita entender que la demanda laboral está asociada también a otros aspectos, como la necesidad empresarial de acceder a más mercados, el fortalecimiento de redes y cadenas productivas con agregación de valor, el pago de mejores salarios, incluido el mínimo, y el abandono pleno de la idea del emprendimiento empobrecedor.
Jorge Coronel López
Economista y profesor universitario
jcoronel2003@yahoo.es