JUEVES, 07 DE DICIEMBRE DE 2023

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Jorge Coronel López
Columnista

Desigualdad y progreso

Con la pandemia flotó la pobreza, mientras que con los bloqueos han aflorado preocupaciones desproporcionadas (...) pobreza y desigualdad.

Jorge Coronel López
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Jorge Coronel López

Angus Deaton, Premio Nobel de Economía, dice en su libro El gran escape que “la desigualdad es, frecuentemente, una consecuencia del progreso. No todo el mundo se enriquece al mismo tiempo, y no todos tienen acceso inmediato a los últimos medios que salvaguardan la vida, sea el acceso a agua potable, a vacunas o a nuevas medicinas que previenen las enfermedades cardiacas”.

(Lea: Dinámicas de las expulsiones)

La relación desigualdad-progreso no está siendo discutida desde una perspectiva humana, sino mercantil. La ciencia económica ha permitido el divorcio entre economía y naturaleza y ha allanado el terreno para que avancen malas ideas de progreso, asociadas a todo lo susceptible de ser cuantificable, producido o consumido. Este divorcio explica en buen sentido la desigualdad.

(Lea: Nueva fiscalidad)

A manera de ejemplo se puede decir que el agua y el aire, elementos vitales, no han sido considerados en todo su ciclo sino solamente como factores de producción, valorados más desde una perspectiva de costos y por sus aportes al producto, que desde una idea de conservación de la vida.

Algo parecido ocurre con la desigualdad y la pobreza, mal tratadas por el paradigma dominante, el cual fue capaz de instalar la idea de que son condiciones inevitables en una sociedad o situaciones renuentes a superarse debido a las condiciones ‘acomodadas’ de quienes las padecen.

Bauman en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres, dice que ‘ser pobre’ en otra época significaba estar sin trabajo, pero después pasó a ser condición de un consumidor expulsado del mercado. Se podría agregar que hoy ni siquiera contar con trabajo es garantía, pues desde hace rato también dejó de ser una ruta de escape de la pobreza y se ha convertido incluso en reproductor de la misma, sea por salarios precarios, esfuerzos realizados, tiempo incorporado o el ambiente hostil en que se desarrollan muchas labores.

Colombia es de los más desiguales del mundo y el más desigual de América Latina. Su desigualdad paradójicamente se concentra en regiones con riqueza hídrica, minera, aurífera y altamente biodiversas; pero, la mala idea de progreso fue capaz de hacer creer que la pobreza y la desigualdad eran condiciones aceptables, más no, repudiables; por eso creció la miseria mientras explotaban la riqueza de dichos territorios.

Con la pandemia flotó la pobreza, mientras que con los bloqueos han aflorado preocupaciones desproporcionadas, dado que ha incomodado más la imposibilidad de movilizar mercancías, que la vergonzosa pobreza y desigualdad que llevan décadas atrapadas en Buenaventura y muchas otras regiones.

Bauman decía que una cosa es ‘ser pobre’ en una comunidad de productores con trabajo para todos; pero otra muy diferente es serlo en una sociedad de consumidores, “cuyos proyectos de vida se construyen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo, la capacidad profesional o el empleo disponible”, en otras palabras, sobre las oportunidades reales. ¿Nos hemos preguntado sobre qué base venimos construyendo los proyectos de vida en las regiones?

Jorge Coronel López
Economista y profesor universitario.
jcoronel2003@yahoo.es

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