No es la primera vez que el Plan Nacional de Desarrollo se construye desde las regiones, pero sí es la primera vez que se escucha a subregiones donde el Estado no vinculaba. El propósito final será alinear el conjunto de necesidades locales dentro del marco general de los proyectos estratégicos, lo que representa un serio desafío.
El éxito para las partes dependerá de la manera como se conciban las necesidades y se interpreten las mismas. Entre más específicas se planteen y entre más generales se requieran, será muy difícil alinear expectativas, por eso es necesario un equilibrio, tanto en los planteamientos de los asistentes, como en las interpretaciones de los técnicos. El equilibrio puede hallarse en la metodología elegida, la cual debe ser capaz de ordenar las propuestas planteadas. Sin embargo, ayudaría mucho si los asistentes territoriales conciben sus necesidades desde una perspectiva de desarrollo.
El debate sobre el desarrollo no es otra cosa que la forma económica de interpretar el cambio que reclama el país. Esto implica renunciar, modificar o ajustar modos y relaciones de producción, como abandonar la estrategia que supuso la generación de riqueza mediante la explotación de materias primas, pues la meta de producir un millón de barriles diarios hizo creer falsamente en una economía boyante. Al tiempo que se extraía petróleo se enterraba la amplia y diversa política de desarrollo y por eso no sorprende la nula diversificaron de las exportaciones y su concentración en minerales, lo que algunos han denominado la reprimarización de la economía. Esta reprimarización se puede modificar desde las subregiones bajo la idea de reindustrialización.
Otra estrategia que se debe abandonar es aquella que supuso empleo a través de menos remuneración, pues hizo creer que el obstáculo estaba en el salario y los costos laborales, lo que debilitó el ingreso del grueso de los trabajadores y erosionó sus derechos. Dicha estrategia nunca discutió el debilitamiento de los mercados para empresas pequeñas, ni su exclusión y débil apalancamiento financiero, entre otros temas; pero sí facilitó concentración, posición dominante y cartelización.
Por eso mientras afloraban ganancias debido a precios administrados, se deprimían salarios, oportunidades laborales y pequeñas empresas, creando proliferación de trabajos precarios. Las realidades subregionales revelarán cuáles son los verdaderos obstáculos. Pensar el desarrollo dentro de los diálogos regionales significa reconocer las relaciones funcionales de los territorios y sus capacidades. Es imaginar cómo mejorar y ampliar las cadenas de abastecimiento de alimentos e insumos; qué infraestructura falta para mejorar calidad de vida y conectar con otras subregiones; cómo superar el déficit de vivienda, y, cómo crear condiciones para consolidar pequeñas industrias, ojalá bajo esquemas asociativos. Es identificar qué amenazas existen sobre fuentes hídricas, páramos y bosques, con el único objetivo de proteger y cuidar. ¡Se avecinan los cambios!
Jorge Coronel López
Economista y profesor universitario
jcoronel2003@yahoo.es