La reforma tributaria es un instrumento con un poder inmenso para ajustar cargas sociales, corregir la desigualdad, reducir los altos niveles de pobreza y aumentar el recaudo para promover mejores políticas redistributivas y más bienes públicos; incluso, es un vehículo óptimo para recuperar la calificación de riesgo. Sin embargo, los gobiernos, incluido el de Duque, junto con las mayorías del Congreso, no lo han querido utilizar así.
Según la teoría de los ciclos políticos la diferencia entre gobiernos de izquierda y de derecha radica justamente en esto. Colombia es reconocido por ser uno de los países más desiguales del mundo y porque los ricos no tributan lo que deberían; pero, además, gozan de una catarata de beneficios y exenciones que la misma Contraloría estima en 8,7 billones de pesos, tras analizar solamente las personas jurídicas.
Así se ha configurado un sistema tributario regresivo y un país muy desigual, como lo han confirmado las tres Comisiones que se han encargado de estudiar el régimen tributario del país.
La derecha en el poder ha demostrado entonces que no tiene el mínimo interés por ajustar las cargas sociales a través de reformas tributarias progresivas, luego la herencia fiscal que este gobierno le dejará al próximo va más allá del déficit fiscal y del aumento de la deuda, la cual ya superó niveles del 60% del PIB.
Cuando este gobierno intenta cargarle más tributos a los pobres y a los ingresos medios y trasladarle los costos de la crisis económica y de la pandemia, sin haber intentado siquiera desmontarles los beneficios a los ingresos más altos, comprueba que su interés no es corregir la desigualdad, ni promover un sistema tributario más equitativo y justo.
Algunas personas creen que no es momento de discutir reformas. Se equivocan. Todo lo contrario, es el mejor momento para empezar a hacer los ajustes que llevan años aplazándose. Cualquier rechazo o desconfianza que las personas puedan tener sobre las reformas tributarias es producto de las malas reformas aplicadas, pero también del discurso con el que se tramitan las mismas.
Por ejemplo, el gobierno dice que tiene un bajo recaudo tributario, pero no reconoce que obedece a su incapacidad por poner a tributar a los que deberían hacerlo.
También habla de austeridad, pero no reconoce los despilfarros y trata de limpiar los escandalosos fraudes. En palabras del Contralor General: “acá se ha desperdiciado mucha plata que hubiera servido para mejorar la vida de muchas poblaciones” y agrega que la corrupción podría ser siete veces el Plan de Vacunación (El Tiempo, 20/03/2021).
Más allá de las herencias enunciadas, el próximo gobierno heredará la urgencia por ordenar el gasto, un sistema inequitativo y un país muy desigual. Tratar de ajustarlo implicará varias reformas tributarias y seguramente mientras se posesiona, radicará la primera. Ojalá empiece así el periodo de reformas estructurales y las personas lo entiendan.
Jorge Coronel López
Economista y profesor universitario.
jcoronel2003@yahoo.es