Medellín ha sido un referente para el país en los últimos años por varias razones, pero es probable que hoy esté cargando con una imagen que valdría la pena cuestionar. El Plan de Desarrollo presentado al Concejo para su discusión y aprobación presenta problemas sobre el enfoque de desarrollo de la ciudad –por no decir que adolece de enfoque alguno–; y si bien desde varias administraciones atrás se le ha dado la espalda a toda una historia industrial, se ha venido impulsando el sector de servicios como el eje económico a costa de una incapacidad por renovar la industria.
De allí que las preocupaciones públicas y privadas hayan girado en torno al interés de posicionar la marca de esta capital en el mundo y se hable de una ciudad de turismo de negocios e innovadora.
Este esfuerzo le ha costado tener que lidiar con problemas como la escasa mano de obra bilingüe, la movilidad local y el conflicto armado, el cual muchas veces ha sido negado a pesar de sus demenciales manifestaciones, o se ha valido de los pactos entre bandas con el fin de no ‘empañar’ los eventos realizados en la ciudad.
El microtráfico se apoderó del centro de esta capital regional, así como de zonas aledañas a colegios y universidades. El atraco hace parte del día a día en diversos sectores. La mendicidad persiste y tal vez aumenta. Buena parte de los habitantes de calle están abandonados en una zona de la ciudad y no se evidencia una contundente intervención pública.
La disputa territorial de las bandas ha escalado a niveles insospechados. La autoridad es desafiada permanentemente en ciertos barrios. El control del espacio público lo perdieron desde hace rato las autoridades y la delincuencia se burla de ellas al cobrar vacunas ante sus ojos y ejecutar el presupuesto participativo.
La transparencia desde lo público es muy cuestionable. Quien hable de transparencia es sospechoso, pues todos los políticos han resultados iguales, escasamente cambian en su forma de vestir y de hablar. La politiquería se tomó, al igual que en el resto del país, el Estado. La connivencia entre élites y políticos es evidente y la búsqueda de beneficios mutuos es desesperada.
Los órganos de control no controlan nada, ya que hacen parte del mismo cartel político, mientras los políticos van de una entidad a otra o de secretaría en secretaría, como si fuesen expertos en todo.
La realidad de Medellín es compleja, quizá connatural a su condición capital, pero ella precisa mandatarios con experiencia, tal vez menos jóvenes y más sensatos y ponderados.
Sorprende la juventud que viene imponiendo el destino local, a toda luz inexperta, sin autoridad y sin independencia. Conviene recordar el viejo refrán que reza: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Jorge Coronel López
Profesor de la Universidad de Medellín
jcoronel2003@yahoo.es
Columnista
La otra cara de Medellín
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Jorge Coronel López
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