Los medios de comunicación se estremecieron al saber que Standard & Poor’s (S&P) había rebajado la calificación crediticia a Colombia. Es tal vez uno de los termómetros que los ‘inversionistas’ tienen para saber dónde hay síntomas –riesgo– de corto plazo de algún desbalance fiscal en determinado país, y, según ellos, ofrece pistas sobre su capacidad de pago.
La noticia la pusieron en primera página, tuvo ciertos matices, pero en ningún caso se ha reflexionado sobre la distracción que este tema genera y lo perdido que anda el país si sigue tributando con tanta devoción a semejantes firmas. Tampoco han dicho que Colombia es la única país de la región en donde más creció la inversión extranjera el año pasado (15,9 por ciento, según la Cepal); luego, cabe afirmar que la desinformación reina y la curiosidad por ir más allá de unos simples datos se ha perdido por completo.
Por su parte, el Gobierno –con su Ministro de Hacienda a la cabeza– tuvo que salir a hacer frente a un hecho que no esperaba, pues ha seguido a pie juntillas todas las recomendaciones externas para evitarlo, aun asfixiando a una clase de personas que paga con tributos las consecuencias de dichas recomendaciones. Entretanto la derecha, que hoy intenta separarse del Gobierno ejerciendo una caprichosa e infundada oposición, pretende cuadrar caja con la noticia y busca pescar en río revuelto. De momento, ha dejado de lado la intimidación sobre su isla de la fantasía –Cuba– y ya casi no habla de su inestable encanto –Venezuela–, así como también se estará guardando sus falacias sobre el Acuerdo de Paz para sacarlas el año entrante en plena campaña electoral.
Si bien es cierto que esa calificación podría determinar alguna incertidumbre sobre la expectativa de inversión extrajera en el país, así como podría afectar el costo de la deuda en los próximos meses, también es cierto que a juzgar por el destino que ha tenido dicha inversión y los dudosos aportes en la redistribución del ingreso interno, sería mejor renunciar a ella; aunque somos el segundo país en América del Sur a donde más ha llegado la inversión en los últimos diez años.
El resultado de la calificación no debería distraer ni impedir la posibilidad de atraer otras inversiones potenciales y no tan sujetas a estas restricciones de calificación. Por ejemplo, poco a poco se comprueba que con la finalización del auge de los precios de las materias primas a los países atractivos para ello, como lo es Colombia, se les abre una posibilidad de mejorar sus inversiones en actividades asociadas a sectores ávidos de cambios disruptivos y con crecientes desafíos.
Atraer estas inversiones traería algunas ventajas como materializar la apuesta por la innovación, podría presionar los presupuestos de ciencia y tecnología e implicaría, incluso, repensar la educación, sobre la cual recaen tantas críticas también cuando se publican las calificaciones de las evaluaciones internacionales.En consecuencia, la reducción de la calificación podría ser una oportunidad real para dejar de echar globos.