En julio del 2013 escribí, en este diario, una columna titulada ‘Los pobres argumentos de Minhacienda’, en el cual expuse algunas ideas sobre la innecesaria e impertinente intención que tenía el gobierno al pretender eliminar tres ceros de la moneda. El debate vuelve a surgir ahora con ciertos cambios en los argumentos.
Mientras en aquella época se habló de la confianza a los inversionistas y de ser un objetivo para el gobierno, a juzgar por lo dicho ahora, todo indica que hay por lo menos dos grandes motivaciones para llevar a cabo la medida: la primera fue planteada por el Fiscal General y está relacionada con el combate al crimen, bajo el supuesto de que existen caletas en pesos y su relación con el lavado de activos y la evasión de impuestos. Planteada así, parece ser políticamente incorrecto rechazarla, de hecho, cuando algunos candidatos a la presidencia fueron interrogados sobre la medida apelaron a este juicio y terminan alineados con ella: Germán Vargas Lleras, Juan Carlos Pinzón, Martha Lucía Ramírez y Humberto de la Calle. Al momento de escribir esta columna no habían sido consultados los demás, salvo Iván Duque quien sostuvo que más que quitarle ceros al peso, “lo que se necesita es la contundencia de las autoridades para quitarle los bienes escondidos a las Farc”, dejando por fuera del radar las caletas de la mafia y los paramilitares.
La segunda motivación viene por parte del Gobierno, quien en palabras del ministro Cárdenas, ha dicho que ahora sí están dadas las condiciones para hacer el cambio. Estas tienen que ver con la nueva familia de billetes que ya fueron emitidos sin los tres ceros, reduciendo el costo de impresión. La otra condición estaría dada por el retorno de la inflación a niveles por debajo del 4 por ciento. También ha dicho el Ministro que este cambio traería simplificaciones en la vida de los colombianos y en la contabilidad, y facilitaría las transacciones de los turistas. Aspectos que no fueron enfatizados en el 2013, pero que planteados así, parecen inducir a una inevitable aceptación.
Los hechos mundiales demuestran que quienes han recurrido a esta medida lo han hecho por razones de pérdidas en el poder de compra, por causas de confianza en las monedas y por situaciones inflacionarias, incluso, por hiperinflaciones; contexto inexistente en el país. Luego, los argumentos planteados hasta ahora no están en correspondencia con esta evidencia mundial, mientras que sí suponen la existencia de dificultades en las transacciones, contabilidad engorrosa y complejidad para los turistas, según el ministro Cárdenas.
Creo que tal vez la discusión está siendo mal planteada y por ello se está induciendo hacia respuestas políticamente correctas, como las que han dado los candidatos consultados: quienes cayeron en la trampa. Qué tal si el planteamiento se hace sobre la base de la razón que tiene una medida de este tipo, es decir, preguntándose: ¿qué problema económico pretende enfrentar la medida? ¿Por qué podría ser útil recurrir a ella? ¿Bajo qué contextos se ha utilizado? Las respuestas podrían ayudar a reenfocar el debate.