La sorpresiva y afortunada designación de Francisco como pastor máximo de la feligresía católica conducirá, muy posiblemente, a un reformismo impuesto por una religión en crisis que, por cierto, todavía congrega, teóricamente, más de mil millones de fieles.
Haber nacido, vivido y ejercido su misión apostólica en un territorio situado ‘al final del mundo’ señala al nuevo Pontífice con un compromiso histórico llamado a recuperar los púlpitos a través del ejemplo, desdibujado hoy de humildad y entrega de algunos de sus agentes: aquí donde no deberían caber la codicia ni el distanciamiento de la dirigencia, con unos pueblos oprimidos por la desigualdad y el abandono.
Como lo recaba en su sabiduría nuestro ilustre exembajador Guillermo León Escobar Herrán, el elegido está marcando su propio terreno, sus énfasis, que no van a ser los de un elaborador de doctrina –como lo fue Benedicto XVI– ni el de un generador de imagen, como Karol Wojtyla; ni la figura de un párroco apacible, como pretendía Juan Pablo I, el papa de los treinta y tres días, sino el ‘papa pastor’ que quiere ser Francisco.
En una sola frase, convertida desde ya en columna vertebral de su pensamiento, el Pontífice ha resumido y aceptado su condición de reformista guiado por los intereses superiores de una sociedad que debe ser rectificada y orientada. Sin vacilaciones ni dobleces expresó: “Sin Jesucristo podemos ser una ONG piadosa, pero no la Iglesia”.
También ha alertado contra la ‘mundanidad’ rampante y ha instado a derrotar la inmovilidad y, así, “tener el coraje de edificar la Iglesia con la sangre del Señor”, porque “cuando no se edifica con piedras, pasa lo que les ocurre a los niños en la playa, cuando hacen castillos de arena”.
Analistas del diario 'El País', como Antonio Caño y Lola Galán, sostienen, con razón, que el sentimiento religioso en América Latina ha ido decreciendo a medida que los diferentes países han progresado económicamente.
Como ha ocurrido en Europa, el desarrollo va unido al escepticismo religioso, y hoy hay menos católicos en la región que hace 10 años. Parte de ese vacío ha sido ocupado por diferentes iglesias protestantes, más pegadas y sensibles a problemas cotidianos, como el alcoholismo o el maltrato doméstico.
Hacia adelante, es de confiar que los debates sobre las reformas más polémicas seguirán avanzando, sin censuras atrabiliarias, y así puedan ventilarse a todos los niveles temas como el celibato, la eutanasia, el aborto y los anticonceptivos, el liberalismo, y el matrimonio gay . Según Alberto Melloni, “los prejuicios y estereotipos sobre los jesuitas son tan válidos como los que dicen que las parisinas tienen el ceño fruncido y son antipáticas”.
Jorge Mario Eastman Vélez
Exministro delegatario y exembajador en Estados Unidos
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