Hoy, el mundo libre recuerda, solidario, una fecha histórica, 1973: el Golpe de Estado infligido a la augusta figura de Salvador Allende a manos del general Pinochet.
Y hasta 1990, el imperio de una tiranía inspirada en el ‘Plan Cóndor’, caracterizado por la violación sistemática de los derechos humanos, la tortura y la cleptomanía.
Las coincidencias caprichosas del destino me permitieron observar, in situ, cuánto tenía de cierto el pensamiento de Montesquieu, referido en mi periódica columna en el diario El Mercurio (30 de marzo de 1996), según el cual “en los Estados despóticos, la tranquilidad no es nunca la paz; recuerda el silencio de esas ciudades que el enemigo acaba de ocupar”.
En efecto, como simple espectador tuve la triple oportunidad de apreciar el show montado por Fidel Castro durante su ‘eterna’ visita al presidente Allende, contando como obsecuente edecán a Pinochet.
De igual manera, mi condición de embajador de Colombia en Santiago (1993-1996), en la transición hacia la democracia, así sea imperfecta. Incluso, el hecho de haber saludado personalmente a los dirigentes políticos encarcelados en la prisión ‘Tres Álamos’ (VIP) por delegación del Consejo Mundial de la Paz, presidido por el profesor Chandra, para realizar una “inspección ocular” a la dictadura y la suerte de los ‘desaparecidos’.
El enanismo mental y, al tiempo, la brutalidad de la personalidad de Pinochet y su pandilla de sátrapas la resumí en dos libros intitulados De Allende y Pinochet al milagro chileno, (Planeta y Tercer Mundo) y Pinochet, el déspota que revolucionó el derecho internacional.
Basta reproducir algunas de las frases que cínicamente la escuela de Pinochet ha considerado el súmmum de su ‘ideología’. Por ejemplo:
1) Yo no conozco eso de los derechos humanos. ¿Qué es eso?
2) Cuando me dijeron: hay una tumba con dos cadáveres, contesté, qué economía más grande encontrar cementerios de cadáveres.
3) Me iré al cielo. ¿Dónde habría ido, según usted?, ¿al infierno? No, esté tranquilo, iré al cielo.
4) El día que me toquen a uno de mis hombres se acabó el Estado de Derecho.
5) Sobre el ejército alemán: llevaron a que esa institución se convirtiera en un grupo de marihuaneros, o sea melenudos, homosexuales y sindicalistas.
6) Sobre el célebre y dramático Informe Retting: pasó el tiempo y hemos tenido un informe de un señor, no me acuerdo el nombre, pero negativo. No me acuerdo.
7) El gobierno nada tiene que ver con el llamado ‘asunto’ Letelier.
Adenda: tanto el éxito en el proceso de paz como el reciente fallo de La Haya imponen la unidad nacional por encima de cualquier otra consideración. Vale también recomendar la exposición del representante de San Andrés, Yack Geller.
Jorge Mario Eastman Vélez
Exministro delegatario y exembajador en Estados Unidos