Hacía dos décadas Colombia no sufría una inflación de precios al consumidor tan alta: en abril alcanzó 9,43% mientras que la de alimentos superó 26% y la de precios al productor llegó a 36%.
¿Por qué volvió la inflación? El lugar común es que es un fenómeno de fuera, impulsado por el precio internacional de los alimentos, las dificultades de la logística del comercio internacional y que pronto comenzará a caer, que la guerra de Rusia a Ucrania impulsó aún más el precio de los energéticos, fertilizantes y combustibles y que el encierro en China ha agravado los problemas del comercio exterior.
Los más ilustrados reconocen que es un fenómeno macroecónomico: Colombia tuvo en 2020 y 2021 el estímulo fiscal más importante de su historia contemporánea y de forma simultánea un gran estímulo monetario, con las tasas de interés más bajas nunca vistas acá. Otros señalan al efecto inflacionario de las tres últimas subidas del salario mínimo. Pero hay dos razones exclusivamente locales -endógenas, como diría el presidente Duque- que también explican la aceleración de la inflación en Colombia.
La primera es el duradero efecto del paro y sus bloqueos. La inflación de precios al consumidor se disparó en mayo pasado por los productos agroindustriales (huevos, carnes, lácteos, aceites, etc.) más que por productos de la economía campesina.
La segunda razón es la preparación ante un eventual gobierno de políticas económicas inflacionarias mediante un ajuste de precios como estrategia defensiva.
El más probable presidente, Gustavo Petro, ha venido proponiendo tres medidas para afrontar la inflación: proteccionismo agroalimentario, “subsidios a los insumos para agricultura importados” y “comprar cosechas campesinas y vender alimentos con precios subsidiados”.
El lío es que estas políticas lo que hacen es impulsar más la inflación de precios. Prohibir importaciones y exportaciones de alimentos siempre sube los precios; el subsidio a insumos importados desestimula la inversión para ampliar la capacidad de la industria de fertilizantes y la investigación científica en semillas de mayor productividad; la compra y distribución de alimentos no la hace más eficientemente el gobierno que los tenderos y los mercados. Las tres políticas generan inflación defensiva: mejor subir precios ahora para hacer máxima la renta esperada en los subsidios, vender cuanto antes afuera y evitar un posible control estatal de precios.
La destrucción de empresas y la ruptura de cadenas productivas por los bloqueos aún no se ha superado del todo y generó -probablemente- mayor concentración en sectores productivos, lo que a su vez redujo la competencia y aumentó el poder de mercado de los productores que sobrevivieron. La menor competencia no sólo les permite “dejar arriba” los precios, sino que en este régimen de mayor carestía permanente pueden mantenerlos allí, prepararse para el entorno protegido. Rentas para todos los rentistas y altos precios para el consumidor. Comenzaron a gobernar sin haber ganado.
Jorge Restrepo
Profesor de Economía,
Universidad Javeriana
Twitter: @jorgearestrepo