¿Cómo reconciliar el progreso patente en la sociedad colombiana con la incertidumbre que han traído las múltiples propuestas de reforma y la desconfianza que paga Colombia en los mercados?
La respuesta está en la fortaleza y operación de las empresas y las instituciones, la existencia de mercados y en la capacidad de aguante de la economía. Hay ejemplos.
Los acuerdos de comercio limitarán la imposición de aranceles que anunció el Presidente. Denunciar para renegociar los tratados que “protegen” el 70% del comercio de la imposición unilateral de impuestos es imposible, por decir lo menos. Si el gobierno del Pacto Histórico decide imponer unilateralmente aranceles a China estaríamos ante una contradicción estratégica, por decir lo menos.
Ante la amenaza de acabar con el aseguramiento como base del sistema público de salud, decenas de miles de colombianos, con capacidad de pago, corrieron a comprar seguros privados: la actividad aseguradora fue una de las que más creció en el primer trimestre.
Se mantienen las listas de espera para comprar vehículos; el mercado de usado, en vivienda y automóviles, sigue con altos precios, históricos en algunas ciudades y referencias. No es solo inflación: la demanda de los hogares por bienes durables sigue alta: activos liquidables como depósito de valor y mecanismo de defensa ante la incertidumbre.
Colombia cuenta con la enorme fortuna de un mercado mayorista de energía eléctrica consolidado: al conocerse que vendría ‘El Niño’ desde julio y la mayor probabilidad de que sea moderado y no leve, los precios de la energía se ajustaron, lo que llevará a ahorrar la energía en los embalses y generar más con gas y carbón.
Hasta hay esperanza en el propio gobierno: el nuevo Ministro de Transporte anunció que se respetarán los contratos de concesión de vías permitiendo los ajustes de peajes pactados. Respetar contratos es mejor que pagar por irrespetarlos, como había anunciado el anterior Ministro de Hacienda.
El costo de la deuda pública ha crecido muy por encima de lo que ha aumentado la tasa de interés en Estados Unidos o Europa: ese efecto de la desconfianza de los inversionistas en la política fiscal de la Nación tiene un lado virtuoso y es hacerle ver en cada nómina al gobernante lo que paga por no diseñar bien las políticas. La desconfianza disciplina, porque existe un mercado que le pone precio.
La esperanza está en las instituciones, en las restricciones fiscales, en las decisiones privadas y en la resiliencia. Pero la esperanza no es optimismo.
Lo que nos falta para recuperar la esperanza es dejar de cancelarnos: valorar la discusión y la posición del otro. Sin esa cultura de la cancelación, de lado y lado, serían mucho más fácil de tramitar las reformas, incluso las radicales. Con la cancelación que trae el activismo como modo de proceder al hacer políticas públicas, será difícil superar el pesimismo.
JORGE RESTREPO
Profesor de economía Universidad Javeriana
Twitter: @jorgearestrepo