En los años sesenta los gobiernos buscaban sustituir las importaciones, hoy el gobierno busca la sustitución de las exportaciones: el Plan de Desarrollo tiene como meta “aumentar la participación de las exportaciones de bienes no minero energéticos y servicios en el total de exportaciones” de 49,2% que fueron en el 2022 a 55,8% al final del gobierno.
La diversificación de las exportaciones es una meta loable y ambiciosa, pero requiere más que compensar el “decrecimiento” de la producción y exportación de petróleo que veremos en los próximos cuatro años: alcanzar en cuatro años 5.000 millones de dólares más de exportaciones de servicios (turismo incluido) y la misma suma en bienes agrícolas y manufacturados. Para eso el Plan plantea estrategias correctas: la “transformación productiva de las regiones e insertarlas en cadenas globales de valor” y lo necesario en turismo e infraestructura.
¿Cómo hacer que crezcan rápido las exportaciones? Hoy es imposible aplicar la receta asiática de los 70: la industrialización como propósito nacionalista, con control de la tasa de cambio para subsidiar los exportadores e inversiones del gobierno en sociedad con compadres empresarios pagadas con emisión monetaria. La inversión manufacturera ya está de capa caída por cuenta de los mayores impuestos que le impuso la tributaria y la anunciada protección arancelaria reduce, no aumenta, las exportaciones industriales.
En servicios tampoco está la solución: la educación no genera exportaciones de escala y los servicios financieros, aseguradores y de salud también están bajo el golpe de las reformas. En solo turismo es poco probable que se alcance la meta de US$5.000 millones: según Anato en 2022 entraron divisas de turismo por US$7.368 millones, con crecimiento del 8,6% frente a 2019. Con aerolíneas quebradas y con la mayor carga de impuestos a las empresas del sector no parece realista alcanzar esa meta.
El sector agrícola vive una bonanza exportadora hace cinco años, ahora impulsada por los altos precios por la guerra contra Ucrania. Pero sin una reforma rural centrada en el desarrollo productivo -más que en la redistribución de la tierra- es improbable que las exportaciones de alimentos sustituyan las de petróleo y puedan doblarse; Procolombia calcula que alcanzaron 7.700 millones de dólares en 2022.
El sector más promisorio es el minero: sólo la minería de minerales, y no de la de hidrocarburos, puede traerle a Colombia exportaciones por billones de dólares y por décadas. El mismo Plan de Desarrollo tiene lo correcto, pues fija como meta “30 nuevas áreas asignadas para aprovechamiento” minero. Desarrollar la minería formal es consistente, además, con la transición energética, con la paz total, con la transformación productiva de las regiones y con la economía popular.
En la minería de minerales está el futuro, pero ese futuro sólo será posible si dejan de hacer política los gremios contra el gobierno y el gobierno contra las empresas.
JORGE RESTREPO
Profesor de economía de la Universidad Javeriana
Twitter: @jorgearestrepo