MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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José Manuel Acevedo

El café no tiene quién lo siembre

José Manuel Acevedo
POR:
José Manuel Acevedo

Nadie discute que el café ha sido el pasado, y sigue siendo el presente, de regiones como Risaralda y Quindío. El Eje Cafetero, sin embargo, dejó de ser pionero hace rato.

Superado ampliamente por Huila, y desplazada la mayor producción hacia otros departamentos como Nariño y Cauca, que a pesar de la violencia que los azota, se empeñan en ‘crear’ cafés de altísima calidad, los cafetales de Risaralda y Quindío se van quedando atrás, como atrás se está quedando, en general, el negocio del café en Colombia.

Basta ver el último estudio de la Sociedad de Agricultores de Colombia, según el cual, mientras para el año 2000 el café pesaba 9,1 por ciento del Producto Interno Bruto, el mismo índice rondaba a finales del año pasado el 5,6 por ciento.

Anquilosados varios y viejos dirigentes gremiales en una Federación, cuya única apuesta innovadora resultó siendo un monumental fracaso –me refiero al negocio de Juan Valdez–, este lánguido presente que nos queda de consuelo se vuelve cada día más incierto y genera inmensas dudas sobre el futuro del producto con el que más positivamente asocian a nuestro país en el mundo.

Pero el problema no es solo de dirigencia, como diríamos en el lenguaje político, sino sobre todo de bases.

Los viejos no van a la guerra y los jóvenes no quieren sembrar café. En esa dolorosa realidad, nos movemos.

Y es que aquí se habla de la falta de competitividad en el sector o de que hoy producimos menos de la mitad del café que hace veinte años –como dato frío al que le resbalan explicaciones–, mientras pocos se están cuestionando a qué horas y por qué fue que la tradición de recoger café se convirtió en símbolo de atraso y maldición entre las nuevas generaciones que habitan esas zonas del país.

“Dedíquese a estudiar si es que no quiere quedarse aquí sembrando café”, le dicen los padres campesinos a sus desmotivados hijos.

El campo en Colombia, si no es de los violentos, es de los cobardes a los que les faltó valor para moverse a la ciudad, pareciera ser la triste mentalidad que impera hoy.

A todo aquello habrá que sumar que las rígidas políticas contra el trabajo infantil trasplantadas sin más a estas regiones cafeteras han hecho que el típico padre que madrugaba a sus hijos pequeños para enseñarles a recoger café, pase a ser un explotador al que le pueden venir varios años de cárcel por aquella conducta. Es el triste resultado de pensar el campo desde la ciudad.

Pues, en todas estas andamos, estimado lector.

El relevo generacional no es algo que conozcan los cafeteros, ni sus dirigentes, ni las más de 500 mil familias en Colombia que viven del café.

Tal vez, el único que se renovó fue el Juan Valdez, que camina por ahí con Conchita, y que a fuerza de la vejez del anterior se remozó algunos años haciéndonos pensar falsamente que el resto de cafeteros los de carne y hueso, estaban en las mismas. La realidad es otra y, muy triste, por cierto. La realidad es que el café no tiene quién lo siembre.

José Manuel Acevedo M.

Analista

jmacevedom@gmail.com

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