El 15 de enero de 2009, un Airbus A-320 que despegó del aeropuerto La Guardia de New York, perdió potencia al ser impactado por una bandada de pájaros, situación que obligó al piloto a tomar rápidamente decisiones con su tripulación y buscar un lugar donde aterrizar.
Sin embargo, llegar a la pista más cercana era imposible, por ese motivo, el piloto informó al controlador aéreo que amerizaría en el río Hudson para salvar la vida de los pasajeros, convirtiéndose en un verdadero “milagro”.
Ahora, esta corta historia de la vida real es un claro ejemplo de la capacidad que tiene el ser humano de enfrentarse a situaciones complejas que ni siquiera, en el caso del amerizaje, podrían llegar a ser ejecutadas con la misma pericia en un simulador de vuelo como en una situación real.
Incluso, ni siquiera el comando de piloto automático podría llegar a tomar estas decisiones, pues, su programación se basa en parámetros lógicos que con seguridad nunca hubieran contemplado la posibilidad de aterrizar la aeronave sobre un río. Es más, de acuerdo a lo que he podido indagar con diferentes tripulaciones, una vez se presenta una situación inesperada, lo primero que debe hacerse es deshabilitar el piloto automático.
Un caso similar, de la incapacidad de las herramientas tecnológicas para reemplazar al ser humano, es la forma como un robot mira a los ojos y sonríe, pues, ni siquiera Sofía, que cuenta con Inteligencia Artificial y capacidad de reconocimiento facial, es capaz de coordinar esas dos acciones de una manera tan natural como la nuestra.
Ahora, cierre sus ojos e imagine la sonrisa de un robot, ¿le parece muy natural? Carece de esa característica innata de las personas que se evidencia cuando sonreímos porque levemente cerramos los ojos y ligeramente llevamos los labios hacia las mejillas. Así que poner un robot en la recepción de un hotel, así se recupere la inversión en ‘n’ años nunca podrá generar la misma emoción del saludo, mirada y sonrisa de una persona, así nunca se enfermen o les interese pertenecer a un sindicato.
Este inminente cambio de era requiere que todos en una organización, desde la base hasta los ejecutivos de más alto nivel, deban empezar a desarrollar con más rapidez nuevas habilidades que vayan más allá del análisis de datos, que de manera más rápida y económica podría hacer una súper computadora, para fortalecer lo que concluyeron los líderes mundiales en el último Foro Económico Mundial, empezar a desarrollar habilidades ‘humanas’ tales como el pensamiento crítico, asumir riesgos o la creatividad, entre otras, para generar valor a los consumidores, lo que nunca podrá ser reemplazado por ningún proceso de automatización.
En mi próximo libro propongo a los lectores “volver a lo básico”, poder recuperar eso que por años caracterizó a nuestros abuelos, que sin saberlo o haberse educado en el tema, les permitió llevar a sus empresas a una posición que siempre tuvo a su favor al cliente porque siempre lo “saludaban, le sonreían y le servían”.
Juan Carlos Quintero Calderón
Marketing Consultant