Cada vez que tengo la maravillosa oportunidad de ser invitado por una universidad para hacer parte de la formación de un grupo de ejecutivos en módulos de especialización o maestría, antes de iniciar, les comparto la siguiente historia.
Había una vez, un karateka que con alcanzó el más alto nivel en esa disciplina ganando medallas olímpicas y convirtiéndose en una personalidad mundial que le permitía portar con orgullo un cinturón negro “Dan”.
Pasados unos años, decidió retirarse a una aldea, y para no perder la forma, se inscribió en una academia del lugar. Cuando iniciaron las clases llego a ese primer encuentro con su traje y un cinturón blanco, sí, blanco, ese que utilizan todos los principiantes.
Esta evidente muestra de humildad fue, curiosamente cuestionada, por algunos lugareños que luego de estar seguros de quien era, le preguntaron: ¿Acaso no eres el medallista olímpico? ¿Qué haces en este lugar con ese cinturón blanco? ¿No crees que deberías ser tu quien da la clase? El Karateka respondió: Señores, efectivamente, soy esa persona que mencionan, sin embargo, decidí asistir con cinturón blanco, porque me interesa ver qué cosa nueva puedo aprender, si asistiera con el cinturón negro con seguridad mis conocimientos limitarían mi aprendizaje en todo momento.
Hoy, más que escribir sobre management considero conveniente invitar a la reflexión a ese ser humano que tiene tanto por aprender, y que desafortunadamente, como lo decía Mario Alonso Puig, “nuestro orgullo limita la oportunidad de aprender”.
Esa realidad que de manera innata hace parte de nuestro ADN en la infancia, en la que somos, literalmente, esponjas del conocimiento, al parecer, con el paso de los años empieza a desvanecerse, pues, el mito de que ser adulto es sinónimo de sabérnoslas todas, es precisamente, un gran error.
Sin embargo, he tenido la fortuna de conocer profesores, ejecutivos, empresarios y conferencistas, entre otros, de tan alto nivel, que con total disposición prestan atención a sus interlocutores, toman nota y preguntan respetuosamente con una sencillez excepcional, parecen como niños, ávidos del saber, buscando conocer, comprender y aprender cada vez más.
Aquí es donde esas habilidades que se mencionaron en el foro económico mundial de Davos empiezan a tener más relevancia. Dos de ellas, inteligencia emocional y flexibilidad cognitiva, son dos de esas habilidades, que debería aflorar en el aula de clase, auditorio o en esa reunión en la que, por el ego, a los asistentes nada les satisface, más cuando no tienen ni la formación o experticia del tema tratado, solo son gobernados por la propia ignorancia de creerse un producto terminado.
Le aseguro que el día que nos liberemos de esos paradigmas la visión será muy diferente porque tendremos siempre mentalidad de principiantes, esa que con conocimiento de causa me ha ensañado que las mejores lecciones, enseñanzas y conocimientos siempre vienen de personas que etiquetamos erróneamente, una vez erradiques ese paradigma tendrás la maravillosa oportunidad de reinventarte cada día.
Juan Carlos Quintero Calderón
Speaker y Marketing Consultant
@juancquinteroc