Hace 17 años Colombia fue afectada por un Fenómeno del Niño que se manifestó en precipitaciones muy por debajo de las habituales y golpeó fuerte al sector agropecuario.
Ante dicha amenaza nos preguntaron a funcionarios de entonces del Ministerio de Agricultura qué podíamos recomendar. Más bien poco. Algunas cartillas y comunicaciones radiales de bajo valor. Llegaban y pasaban Niños y Niñas y se olvidaban, excepto por los créditos que los agricultores no podían pagar porque sus cosechas fallaban y tocaba refinanciar. Lo anterior para decir que no se ha desarrollado en Colombia un trabajo sistemático que le permita a la agricultura adaptarse y mitigar los efectos de estos fenómenos ocasionales.
La realidad hoy es otra. El clima global viene cambiando de manera dramática. No solo Niños y Niñas son más frecuentes sino que el clima se volvió más variable y errático. La muestra es como en este año ‘neutro’ hemos visto regiones del país con déficits de lluvias significativos. Todavía recordamos los chigüiros muertos en el Casanare y acueductos en lugares de la costa atlántica desabastecidos.
¿Qué hacer? Lo primero es que debemos comprender la dimensión de estos fenómenos a nivel local y generar capacidades para que las comunidades de productores puedan usar información de buena calidad en su toma de decisiones productivas.
Hay información histórica valiosa del Ideam que sirve para alimentar modelos estadísticos que, con la participación de las comunidades, permiten identificar nichos productivos a nivel local con mayor o menor riesgo agroclimático. Es muy valiosa una alerta temprana local que permita a los productores saber con alta probabilidad lo que puede suceder en sus terrenos en los próximos días o semanas para que el clima no los coja con los calzones abajo.
Este trabajo sistemático ya inició (finalmente). Lo comenzó a desarrollar Corpoica hace un poco más de un año con el patrocinio del Fondo de Adaptación y aliados como el Ciat para territorios en 18 departamentos.
Su continuidad y la ampliación de su cobertura le darán herramientas muy valiosas al agro para gestionar sus riesgos climáticos.
Sin embargo, de poco sirve esa información valiosa si los agricultores no cuentan con tecnologías y herramientas que les permitan desarrollar su actividad mitigando los riesgos. Es en esta área en la que universidades y centros de investigación deben priorizar y hacer el mayor esfuerzo. Unos pocos ejemplos:
1. Los sistemas silvopastoriles están demostrando que le permiten a los productores mantener una oferta alimentaria para sus ganados mejor que la de los que trabajan con potreros pelados. Debemos seguir desarrollándolos.
2. Hay que hacer un gran esfuerzo en mejoramiento genético aprovechando los bancos de germoplasma vegetales para generar materiales tolerantes a excesos y déficits de humedad que le sirvan a los productores según el clima que se prediga.
3. Hay que desarrollar modelos que predigan y anticipen la explosión de plagas y enfermedades para que en vez de bañarlos en agroquímicos cuando ya estén haciendo daño se puedan aplicar métodos preventivos.
4. Se requiere más conocimiento en manejo de los cultivos según el clima proyectado. Solo con cambiar profundidades, densidades, insumos, etc., se pueden mitigar los impactos negativos.
La humanidad paga los costos de su descuido ambiental con el cambio y la variabilidad climática que llegaron para quedarse. Colombia paga los costos de no tener suficientes alternativas de mitigación por haber descuidado la ciencia y tecnología por décadas.
Juan Lucas Restrepo
Director de Corpoica