Las grandes andan de compras. A pesar de que el mercado de los insumos biológicos (biofertilizantes y bioplaguicidas) para la agricultura, también llamados bioproductos, solo registra 3% en ventas de un consumo dominado por los fertilizantes y plaguicidas químicos, buena parte de las multinacionales que controlan la producción y las ventas de estos últimos, de repente se interesaron en lo biológico.
Monsanto anunció su nueva plataforma de agricultura biológica y sus pares comenzaron a absorber algunas empresas pioneras en el mercado de los bioproductos. Bayer compra Agraquest y Prophyta, Syngenta hace lo propio con Pasteurina Bioscience, Basf adquiere la línea verde de Becker Underwood. Cuando hace apenas unos años ignoraban los insumos biológicos, que veían como algo pasajero y asociado a la agricultura orgánica exclusivamente, ahora estas empresas andan pendientes de dónde se está generando nuevo conocimiento, patentes, prototipos y productos para ver qué agarran y cómo participan de esta industria naciente.
Y es que, a pesar de solo marcar 3% del mercado, el crecimiento anual compuesto de los insumos biológicos ronda el 16%, mientras que el de los químicos no sobrepasa el 3%.
Un alto ejecutivo de Monsanto me confirmó este cambio de tendencia cuando me explicó su visión de negocio: en un par de décadas, un tractor con GPS y con información sobre las variaciones del suelo en el lote que está sembrando, va modificando el tipo de semilla (de su empresa) según vaya cambiando el suelo y, de la misma forma, va inoculando el suelo con una combinación de microorganismos (de su empresa) que maximicen el desarrollo, la salud del cultivo y su producción: la genética vegetal, el suelo y sus microorganismos perfectamente integrados en un modelo de manejo agrícola.
Se trata de maximizar la actividad biológica de microorganismos que habitan naturalmente en el suelo, como hongos, bacterias, actinomicetos y microalgas, para que trabajen en equipo y desarrollen actividades como suministrar nitrógeno (N) que logren atrapar de la atmósfera (gratis), solubilicen y movilicen el fósforo (P), o incluso gremios bacterianos que solubilicen potasio (K). Es posible, entonces, que los formulados químicos prevalentes en la agricultura comiencen a ser reemplazados parcialmente por unos caldos bacterianos NPK que activen los suelos y mejoren la productividad y sostenibilidad de la actividad agrícola.
Pero esto es apenas el comienzo. En la relación entre microorganismos del suelo y la planta, los primeros también pueden producir hormonas que promueven el crecimiento vegetal, metabolitos que controlan patógenos, enzimas que generan resistencia a enfermedades y otros microorganismos plaga, tolerancia a sequía, acidez, salinidad y, en últimas, un suelo vivo que absorba carbono y mejore nuestras condiciones de vida.
Corpoica está en la jugada. En el 2015 registró un producto fijador de nitrógeno simbiótico (que se asocia con plantas específicas) para soya, y este año registraremos otro asimbiótico (que no necesita asociarse con una planta) para algodón y extenderemos su uso a maíz y pastos. Nuestras investigaciones prometen un buen portafolio de bioproductos en el corto y mediano plazo. Otras universidades y empresas locales también comienzan a explorar este enorme mundo subterráneo, en el que nuestra biodiversidad tiene mucho por descubrir. Entre todos debemos darle un soporte a nuestra agricultura para participar de esta nueva revolución verde, y para que a Colombia esta vez no la deje el bus.
Juan Lucas Restrepo
Director de Corpoica
@jlrestrepo