La situación productiva del café no es muy diferente a la de la mayoría de cultivos de la agricultura colombiana. Hace una década, Cenicafé entregó la variedad Castillo para suceder a la variedad Colombia, que a su vez buscó reemplazar a las caturras susceptibles a la roya. Años atrás también se trabajaron estrategias de preservación de los suelos (la famosa propaganda del armadillo hablando con Don Ramón que, probablemente, los lectores recuerdan), el beneficio ecológico para proteger las fuentes hídricas y el ‘re re’ (repase y recoja) para mitigar los daños de la broca. Sin embargo, el sistema de producción prevalente, en términos de rendimientos y estructuras de costos, sigue siendo el mismo de hace muchos años y su competitividad se viene erosionando.
Los cambios fuertes en la producción –tanto al alza como a la baja– han estado marcados principalmente por las tasas de renovación –o falta de ella– de los cafetales, y muy correlacionados con las condiciones climáticas de los fenómenos del Niño y la Niña. Esos cambios, sin embargo, no corresponden a incrementos del umbral productivo del cultivo.
Los precios de la bolsa de hoy, de 137 centavos de dólar por libra y tasas de 2.400 pesos por dólar, deberían representar un ingreso atractivo para el caficultor, pero generan insatisfacción. El deseo de todo productor de recibir por su carga de café un millón o más se dará solo en coyunturas extraordinarias. Los 700 mil pesos por carga, y en ocasiones menos, son y serán precios normales que requieren que los costos estén bien por debajo de esos niveles para que la caficultura sea atractiva.
Subsidiar, entonces, el ingreso cafetero no hace mucho sentido, porque no resuelve el problema estructural y la plata que tocaría inyectar para que se impacte el ingreso desborda las posibilidades fiscales. El reto urgente debe ser la mejora de la competitividad de nuestra caficultura.
Se debe invertir intensamente en investigación: en nueva genética, en agricultura de precisión para la diversa oferta agroambiental (ecotopos), en sistemas de producción agroforestales más complejos y eficientes económicamente, y en promotores de floración para factores como la Niña, en herramientas biológicas y de manejo del suelo que disminuyan los costos de la fertilización y, no menos importante, en soluciones de adaptación al cambio climático que le pega muy duro al café. Son los cafeteros desde su problemática, no los investigadores, los que tendrán que definir las prioridades de generación de nuevo conocimiento.
Sumando las capacidades de centros de investigación como Corpoica, algunas universidades y organismos de investigación internacional o de otros países, podemos armar una estrategia colaborativa para buscar soluciones de corto y largo plazo lideradas por Cenicafé. Le pido desde ya al nuevo Gerente de la Federación que me invite a un tinto, o mejor un espresso colombiano, para que trabajemos mancomunadamente en este propósito.
Generando y transfiriendo nueva tecnología para el caficultor, abordando los problemas de estructura productiva y relevo generacional, y continuando con las estrategias de valor agregado, tendremos caficultura para rato.
Para cerrar, me preocupa que la Misión Cafetera recomiende finalizar la garantía de compra. Se trata de servicio esencial de la institucionalidad cafetera que debe mantenerse, así requiera ajustes. Es autofinanciable y maximiza la transferencia de ingresos al caficultor más que cualquier PIC, siempre y cuando no se utilice para generar utilidades.
Juan Lucas Restrepo
Director de Corpoica
@jlucasrestrepo