MIÉRCOLES, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2023

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Juan Manuel Pombo

Las artes liberales

Juan Manuel Pombo
POR:
Juan Manuel Pombo

Durante las últimas semanas, seguí con interés dos debates a través de varias columnas en distintos diarios de circulación nacional. Por un lado, el que enfrenta a los azucareros con la Superintendencia de Industria y Comercio, y por otro, el de la importancia o irrelevancia de las humanidades versus las ciencias y la tecnología en la educación superior.

En lo que al pulso entre azucareros y la SIC concierne, me limito a decir lo poco que me quedó claro: que los ricos no solo lloran, sino que lo hacen en público, sin el menor recato y por lo mismo que el resto de los mortales: porque creen que si no lo hacen, no maman… ah, y que los únicos a quienes no les dieron vela en ese entierro fue a los corteros de caña.

Ahora, respecto a la idea de suprimir las humanidades en la educación superior en aras del progreso de las naciones, la única tontería mayor que se me ocurre fue aquella de otro ministro japonés que, hace unos años, quiso sacar la isla de la recesión depositando cien dólares en la cuenta de todo cuentahabiente.

El ABC de una buena pedagogía se inventó hace tiempo y se reduce, para empezar, a una primaria en la que aprendemos a dominar lo que en inglés llaman las tres ‘erres’: reading, writing, and arithmetic. En otras palabras, leer y escribir; sumar y restar, y multiplicar y dividir. Así de sencillo. Sin esas tres cosas no hay luego bachillerato que valga.

Hecho lo anterior, en el bachillerato se agregan al coctel álgebra, biología, química, física, y la capacidad de producir informes bien redactados de hasta 500 palabras sobre cualquier cosa: la belleza de la geometría euclidiana, el proceso químico de la saponificación, tres platos típicos colombianos bien asimilados a la cultura de las comidas rápidas, los excesos del régimen del terror en la Revolución Francesa o el vallenato en la obra de García Márquez.

Por último, la receta para culminar con una educación superior inteligente y útil, ya hace tiempo se implementa en el pregrado de la universidad británica: ofrecer un abanico amplio de cursos en ciencias, matemáticas, historia, economía, lenguas, arte y literatura para que los estudiantes los escojan a su antojo y pasen tres años cumpliendo un régimen sencillo, pero intenso, que consiste en leer, resumir y comparar; leer, resumir y comparar. Así, tras tres años de leer, resumir y comparar textos, cualquiera de esos estudiantes puede especializarse, en dos años más, en física de partículas elementales, banca de inversión, administración de hoteles o cultivo de palma africana, y hacerlo, no solo con éxito, sino consciente de que así se incorpora a una tradición que se inauguró en unas cuevas hace unos 40.000 años, pasó por la elaboración de las tablillas cuneiformes de Mesopotamia y fue luego fundamento del Renacimiento, la Ilustración y lo mejor del siglo XIX: la noble tradición de las artes liberales. Ah, un curso de contabilidad en el Sena sería un estupendo valor agregado.

Juan Manuel Pombo
Profesor y traductor
juamanpo@yahoo.com
 

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