La naturaleza integral del subdesarrollo es uno de sus rasgos más irritantes porque hace imposible desglosar los problemas y resolverlos ítem por ítem. En otras palabras, todo, la infraestructura; los hábitos alimentarios; el contenido de la educación básica, secundaria y superior; la tecnología; las instituciones; el manejo de desechos; los decibeles permitidos en el espacio público y el tiempo concedido a los espacios publicitarios; la calidad de radio, prensa y televisión, se amalgama en un palimpsesto inextricable, en donde coinciden al tiempo la caverna y la posmodernidad.
Caminos de herradura y tarabitas artesanales coinciden con túneles, puentes y peajes de 4G; profusas redes informales y delincuenciales articulan y canibalizan a troche y moche tecnologías digitalizadas; locuciones deportivas estridentes y profusos programas de humor ramplón, saturados ambos de publicidad fea y cara, hacen su agosto en extensos territorios, donde las precarias condiciones les permiten medrar sin competir con las casi siempre mejores (por lo menos inteligibles) transmisiones de Espn y Fox Sport o los barnices culturales de History y Discovery. En otras palabras, al son de un popurrí de comportamientos en boga y prejuicios anacrónicos, de tecnologías de punta y machete voleado, de ideologías trasnochadas y pretensiones posmodernas (ambas cocinadas a medias), se mimetiza una falsa ilusión de contemporaneidad que, por lo general, termina siendo una receta para repetidos desastres de mayor y menor envergadura.
Nada peor para el esperanzador proceso agrario que el país podría iniciar en este momento, que obstaculizar o impedir la proyectada titulación y restitución de tierras que brega por abrirse curso. Es la última oportunidad que el país tiene de realizar una reforma agraria tardía y hacer por fin el tránsito de campesinos a granjeros, dejando atrás para siempre la gestación anárquica de minifundios librados a la buena de Dios y la ley del monte, a cambio de granjas autónomas articuladas a cadenas productivas rentables con deliberación y propósito. Ni un proletariado rural desposeído al servicio de la agroindustria ni mandamases o clanes dedicados de manera aleatoria al pancoger, la ganadería extensiva y los cultivos ilícitos.
Si las nuevas unidades agropecuarias familiares siguen la vieja receta y se convierten en casaquintas de miles de familias (parientes o no de actuales colonos, viejos caciques y/o bandas armadas que patrullan este o aquel territorio), en menos de 20 años las cercas de dichas unidades harán de nuevo implosión violentadas a tutiplén porque la vaca del vecino, o la sobrina del cuñado, o la coca del compadre transmutan todas en un inquilinato rural inviable.
La complejidad del problema me desborda, pero me arrogo el derecho a soñar: Hispania fue el granero de Roma. Me tinca que Colombia puede convertirse en uno del mundo: café, cacao, aguacate, ñame, arroz, marihuana y otras plantas medicinales, cielos surcados de aves luminosas. Si la Rtvc, es decir, televisión y radio pública, logró el cubrimiento excepcional del Papa, con igual rigor podremos alcanzar, de la mano del agro, la esquiva modernidad próspera y sostenible tanto tiempo anhelada.