En Colombia, las alocuciones presidenciales televisadas abundan, pero las memorables pueden contarse con los dedos de una mano. Trece presidentes han gobernado el país desde que tengo uso de razón. Cada cual durante un riguroso periodo de cuatro años. Solo uno ha repetido mandato. Del primero de la lista mi único recuerdo es una foto en la que contrastaban los dientes de escualo del estadista colombiano con la belleza de Jacqueline Kennedy, quizá ya alumbrada por el halo trágico del futuro magnicidio; al fondo, el legendario barrio bogotano.
Del segundo, Guillermo León Valencia, solo recuerdo rumores, espurios o no, de que le gustaban un poco más de la cuenta el trago, las meretrices y la caza, y que puso sus dotes de buen perdiguero al servicio de la caza de ‘bandoleros’. Entonces vienen las dos primeras alocuciones presidenciales memorables, ambas de Carlos Lleras Restrepo: la una, para advertir que, si no dejábamos de hacer negocitos de garaje, jamás dejaríamos de ser un paisito que produce cafecito; la otra, para enviarnos a la cama en cuestión de dos horas porque, de lo contrario…
Luego vino Misael Pastrana, quien enfrentó a una Anapo enardecida porque les habían robado las elecciones, y lidió con la organización campesina más poderosa que jamás tuvo este país, la Anuc. A pesar de ello, y según estadísticas, de los diez cuatrienios contados a partir del comienzo del Frente Nacional hasta abril del 2002, los dos en los cuales el número de izquierdistas ‘dados de baja’ fue sensiblemente menor fueron los de 1958 - 1962 y 1970 - 1974, a saber, los de Lleras Camargo y Pastrana Borrero, respectivamente.
La tercera alocución presidencial memorable, por lo menos en lo que a mí concierne, fue el discurso de toma de posesión de Belisario Betancur. Discurso que, tras la incendiaria campaña de López Michelsen alertando sobre futuras noches laureanistas, la verdad a mí me dejó la impresión de que Betancur, contra quien había votado y a pesar del subido tono rezandero de su discurso, entendía mejor que sus contrincantes el significado, por lo menos el significado virtual, de la palabra ‘democracia’. Y trató de demostrarlo, por ingenuo que parezca, desplazándose por las calles de Bogotá en su escarabajo VW, convirtiéndose así en el último presidente de este país que lo hizo sin un séquito de guardaespaldas en 4x4 blindados; luego, guardando discreto silencio tras su periodo presidencial.
Entonces la pregunta es, excepción hecha de los esfuerzos descomunales, aislados y estrictamente personales de un García Márquez, de un par de artistas plásticos, de una docena de deportistas, de un bandido como Pablo Escobar (lo siento, pero hay que decirlo) y dos instituciones, el Museo del Oro y la biblioteca Luis Ángel Arango, ¿qué hemos hecho para ampliar los horizontes de la nación y dejar de ser un paisito que produce cafecito? ¡Los escasos 70 km. que separan a Bogotá del horizonte llanero no se han reducido ni media hora desde que se instauró el Frente Nacional! ¡Tunja ni siquiera tiene aeropuerto!
Juan Manuel Pombo
Profesor y traductor
juamanpo@yahoo.com